El Carbayu: siglos de historia

Generaciones y generaciones de langreanos han pasado por las fiestas del Carbayu participando en sus romerías y siendo parte fundamental de una tradición que, a día de hoy, sigue más viva que nunca. La fiesta, que cuenta con una gran popularidad entre el pueblo, es un símbolo de fraternidad que aúna el pasado y el presente.

“Yo vivía en la calle La Gandinga, que luego se llamó Alfredo Pumarino”. Así comienza el relato Chelo Roces Cuesta mientras toma un café en el restaurante donde cada día acude a comer. Nacida el 1 de enero de 1920 el próximo año cumplirá el siglo de vida. “Cuando llegaban las fiestas del Carbayu subíamos a la novena. Íbamos por el camino, porque de aquella no había carretera. Nos daba algo de miedo así que, cuando nos cruzábamos con los mineros que iban a trabajar y nos saludaban, no contestábamos. ¿Qué pensarían de nosotras?”.

A la izquierda, Chelo Roces, la socia de mayor edad de El Carbayu. En el centro los niños Asier Cruz y María López. A la derecha el pequeño Martín. Claro ejemplo del pasado, presente y futuro de las fiestas de El Carbayu.

Por allí había un resbaleru al que íbamos de guajes. Llegábamos a casa con toles bragues llenes de porquería de subir y bajar. Jugábamos siempre en la calle. Al cascayu, a la cuerda … No hace nada estaban unos chavales jugando y no me pude resistir a coger la peonza y a lanzar el diabolo. Después llegó la guerra. Cuando la sirena alertaba de los bombardeos escapábamos corriendo a escondernos debajo del túnel del tren o a la bocamina de Modesta. También había un kiosko de música donde ensayaba la Banda que dirigía Cipriano Pedrosa y nosotras aprovechábamos para bailar. Luego, por el verano, había actuaciones los jueves en el kiosko y también las había en La Felguera y Ciañu. Ibas allí,  bailabas con las amigas y refrescabas”.

Con el sonajero

Con tan solo dos meses Asier Cruz Toht es socio del Carbayu gracias al entusiasmo que muestran sus padres, Timi Toth y Sergio Cruz. “Nada más nacer mi prima Melania quiso darnos la sorpresa e inscribirlo como socio”, explica Sergio que siendo de Roiles lleva lo del Carbayu en la sangre. Su madre, procedente de la ciudad de Székesfehérvar en Hungría, destaca de la fiesta “el ambiente familiar y  alegre” que se respira en cada una de las celebraciones que se organizan desde la asociación.

María López García – 10 meses –tuvo la fortuna de tener un padrino como Joaquín Fernández que no dudó en inscribirla en unas fiestas que le son muy cercanas. “Soy socio de siempre, ya lo era mi padre y mi abuelo y me hacía ilusión que lo fuera ella”. Su madre, Olaya García, no puede estar más contenta por ello “las fiestas del Carbayu nunca han perdido su esencia familiar y en parte es gracias a la gran labor que hacen desde la directiva para que todos disfrutemos”.

Martín Cueva Ardura es el otro bebé que está destinado a seguir la tradición. Su madre, Guiomar, es socia desde pequeña como también los son otros nueve miembros de la familia. “Es una cuestión sentimental. Nosotros somos de un poco más arriba del Carbayu y estamos muy vinculados a la zona. Mi abuelo mismo colaboró durante años con la sociedad de festejos”.