Atlas de Geografía Minera: Sin descanso

En la mesa de la cocina de casa de su güela, Martín escucha a su tío hablar de inmigrantes y se calla la boca. Decide, de nuevo, no contar nada de lo de su novia, y eso que tiene unas ganas tremendas; le encantaría que su güela la conociera porque era lo que siempre le decía que tenía que ser una moza: estudiosa, familiar, trabajadora. Y encima, guapa. “Bueno, lo de guapa da igual, si ye guapa pero después nun ye buena, nun val pa nada”, le decía Pilar. A la paisana le iba a encantar Amira.

Siempre pensó que lo realmente jodido iba a ser decirle a la familia de ella lo de su relación, pero no había calculado que en su casa existiría alguien —el hermano de su madre— al que tendría miedo real de decirle lo de su amor por aquella niña cuyos padres apenas farfullaban unas palabras en castellano. La abuela de Amira, que también vivía con ellos, ni siquiera hablaba árabe en casa. Había enmudecido dos días antes de cruzar el Estrecho, y hasta ahora. La mujer estaba enfadada, pero no al modo de su tío. Ella estaba enfadada con todo el universo por haberla sacado de su precioso pueblo al sur de Rabat. Ahora estaba al norte de todo y odiaba a su hijo por obligarla; ni siquiera con las nietas se daba una tregua. A Martín le parecía raro lo que le contaba Amira. A su güela Pilar, en palabras de su güelu, “no la callen ni debajo l’agua”.

No. No iba a contar nada de momento en casa. No quería que su tío dijera nada malo de Amira, que ni siquiera la mencionara delante de él, porque últimamente le habían pasado varios casos en los que no se pudo controlar y casi la arma. Dos en el instituto y una en fútbol. Nada, tonterías. Pero no quería montar un espectáculo delante de la familia, y al gilipollas de su tío era mejor no decirle nada. A su hermana sí se lo dijo: “Es que me mira y sonríe y me pongo nervioso”. Y ella respondió: “Buah, guaje, estás pilladísimo, ya verás cómo va a flipar mamá con lo que le gusta a ella un poco de exotismo, me descojono…”. Si su hermana estuviera ese domingo en casa de su güela para ayudarle, igual sí habría contado algo a los demás. Si hubiera podido hablar antes con su madre… pero llevaba una semana tan liada que apenas habían cruzado un par de abrazos medio mal dados.

En el instituto, el lunes, Amira lo cogió por primera vez de la mano de la que salían del instituto. Al cruzar la pasarela, en medio de un río Nalón que lleva mucha menos agua de la que debería en noviembre, notó los dedos de ella buscar los de él. Detrás de ellos se oyó un silbido: “Fiuuu, fiuuu, mira al Martín lo bien que se lo monta. Ya se lo diré yo a Abdul esta tarde en el fútbol, a ver qué opina”. El cabrón de Pelayo, siempre tocando las narices. Se limitó a sonreír y apretar la mano de su novia.

Pues no iba a quedar otra que decírselo a todos. Y Martín, que se está dando cuenta de que es todo un romántico, se ha puesto en TikTok a buscar vídeos de cursos de árabe. Pasando vídeos, le ha salido una pareja de Málaga como ellos, pero al revés: el marroquí es él. Las cosas van a salir bien.

**Dedicado a la comunidad escolar de la Cuenca del Nalón, porque mientras el mundo se pelea en grandes debates sobre inmigración, el profesorado, el alumnado y los trabajadores de los centros educativos conviven día a día con la diversidad, el respeto y el conocimiento mutuo. Conviven también con la inocencia de los primeros amores. Con baches, con sobresaltos a los que nada ayuda la polarización, pero sin descanso. Muchas gracias.

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