Kárate como “motor” a los 73 años

Decir que el kárate es un arte marcial es casi una obviedad. Ahora, decir que el kárate es un “arte cerebral” es casi poesía. Así lo define y lo vive, Manuel Ángel Fernández Rodríguez, natural de Piedras Blancas, pero residente en Pola de Laviana desde 1987; o lo que es lo mismo, un “lavianés” más. Este jubilado, de 73 años, acaba de examinarse del 5.o Dan de kárate. Además de la práctica del kárate (en su modalidad shotokán) en el gimnasio Bunkai, “Manolo”, como le conocen, ha redactado un proyecto bajo el nombre de “Beneficios del kárate-do para personas de edad avanzada”.

Esos beneficios que él describe son muchos. El más básico, quizá, el mantenimiento (“como cualquier deporte”, resalta). Pero, especialmente, el entrenamiento cerebral. El karateka explica que “a partir de los 45 años se cierra el aprendizaje y comienza una etapa en la que si no pones de tu parte comienzan los indicios de la demencia”. Él tiene claro que si no funciona el cerebro no funciona el cuerpo, así que para él el kárate le permite mantenerse activo, en perfecta armonía.

“Manolo” comenzó en el mundo del kárate a los 40 años, aunque primero practicaba tiro al plato en Castrillón. Incluso participó en un Preolímpico, para acudir a los Juegos Olímpicos de Rusia. Sin embargo, como suele pasar en los deportes que no son mediáticos, él tenía que pagarse todo y no pudo financiarse el último corte.

El karateka trabajó en la antigua Ensidesa, después convertida en Aceralia, y regentó una tienda de material deportivo. En el 87 contacta con personas ligadas al kárate de Castrillón. Le hubiese gustado empezar mucho antes, pero sus turnos de trabajo no se lo permitían; así que una vez que se jubiló se enfundó el karategui y no ha vuelto a posarlo. Pese a sufrir artrosis en las dos rodillas, “Manolo” entrena tres días a la semana (antes del examen entrenó todos los días durante un mes) y participa en competiciones de veteranos. De hecho, este año se proclamó Campeón de Asturias.