“Cuando un terapeuta ha conseguido reducir los trastornos de su paciente es porque ha habido un cambio cerebral”

Durante años los psicólogos estudiaban las funciones cognitivas, incluido el lenguaje, mientras que los neurólogos estudiaban el cerebro. En los últimos años ambas disciplinas han comenzado a trabajar juntos porque no se pueden estudiar los procesos cognitivos sin su soporte neurológico, ni el cerebro, si no se sabe bien qué funciones cognitivas realiza. El lavianés Fernando Cuetos Vega, catedrático de Psicología del Lenguaje en la Universidad de Oviedo, nos explica algunas de las claves para entender las investigaciones que se están realizando.

En una de sus ponencias decía que la lectura y la escritura es tan reciente, que aún no está programada en nuestro cerebro. ¿Cómo actúa el cerebro ante algo que es novedoso y que, como usted dice, aún no viene en nuestro genoma?

-Efectivamente el lenguaje escrito es tan reciente que aún no está programado en nuestro cerebro. Hace cinco mil años que la humanidad inventó la escritura, pero solo recientemente se ha hecho universal, ya que antiguamente sólo eran unos pocos los privilegiados que sabían leer y escribir. Por el contrario, el lenguaje oral está presente en nuestros cerebros desde hace cientos de miles de años, por lo que hay ciertas zonas del cerebro que están destinadas al lenguaje, principalmente en el hemisferio izquierdo. Y esa es la razón por la que los niños aprender a hablar de manera espontánea sin que nadie les enseñe, simplemente escuchando a sus padres y hermanos y, en cambio, necesitan de una enseñanza sistemática para aprender a leer. En consecuencia, el aprendizaje de la lectura y escritura implica cambios importantes en los cerebros de los niños.  Por una parte, la lectura exige una buena discriminación visual de las letras (muchas de ellas bastante parecidas entre sí, por ejemplo, la d y la b, la m y la n, la i y la j) así que el cerebro tiene que recurrir a zonas visuales destinadas a otras funciones, en concreto a las zonas responsables de reconocer caras (zonas occipito-temporales), ya que para reconocer caras también tenemos que analizar cuidadosamente los rasgos, puesto que todas las caras son parecidas. En consecuencia, durante el aprendizaje de la lectura se recicla el área occipito-temporal del del hemisferio izquierdo para que se encargue de reconocer letras y palabras escritas, mientras que el área del hemisferio derecho continúa funcionando en el reconocimiento de caras. En consecuencia, nuestro cerebro lector se diferencia del cerebro de nuestros antepasados analfabetos en que ellos utilizaban esas dos áreas cuando tenían que reconocer caras y nosotros utilizamos principalmente la parte derecha para reconocer caras y la izquierda para la lectura. Además, el aprendizaje de la lectura implica asociar letras con sonidos (fonemas), lo que supone establecer nuevas conexiones entre las áreas visuales y las áreas auditivas. Y no digamos las redes neuronales que formamos con la lectura de textos. Realmente, los cambios que el aprendizaje del lenguaje escrito produce en el cerebro son espectaculares.

¿Cómo de importante es este aprendizaje en nuestras vidas?

-El aprendizaje de la lectura y escritura es, sin duda, la tarea más importante de toda la escolaridad y la que determinará, en mayor medida, el futuro de los escolares. Los niños que aprenden a leer de manera fluida y a comprender lo que leen tienen grandes posibilidades de superar de manera exitosa la escolaridad, puesto que la mayor parte de los conocimientos les llegan a través de los textos escritos. Los que tienen dificultades de fluidez y comprensión lectora están mucho más expuestos al fracaso escolar.

Los padres solemos preocuparnos a menudo con que el niño no sabe leer, que otro aprende a leer antes…que va retrasado. ¿Cuánto dura este proceso y qué cambios implica en el cerebro de un niño?

-Es normal la preocupación de los padres cuando ven que a su hijo le cuesta aprender a leer. Pero, en principio, no deben preocuparse en exceso porque otros niños vayan más adelantados ya que cada niño tiene su propio ritmo y al final todos suelen llegar a la meta. Bien es cierto que algunos niños, sin una causa aparente (tienen buena inteligencia, ganas de aprender, etc.), tienen dificultades específicas para aprender a leer y escribir que se alargan demasiado en el tiempo. Es posible que estos niños sufran de un trastorno llamado dislexia. Cuando un niño muestra dificultades graves inexplicables conviene que lo vea una especialista para que compruebe si realmente tiene una dislexia.

Pero incluso aunque no haya ningún trastorno, el aprendizaje de la lectura y escritura es un proceso largo, muy largo, que se prolonga prácticamente a lo largo de toda la escolaridad. Pues no se trata solo de reconocer y pronunciar las letras, sino que es necesario automatizar la relación entre letras y sonidos para pronunciar las palabras sin tener que pensarlo. Los lectores adultos no podemos dejar de leer las palabras que aparecen ante nuestros ojos porque tenemos completamente automatizado el proceso de lectura. Y para conseguir esa automatización hay que leer mucho. Por otra parte, el niño tiene que aprender a leer con fluidez, esto es, con cierta velocidad y con la entonación adecuada de las palabras y oraciones. Y lo más importante, tiene que comprender lo que lee. Se trata, por lo tanto, de una tarea sumamente compleja que requiere muchos años de entrenamiento y que va a suponer enormes cambios en el cerebro de los lectores por las nuevas conexiones que se establecen entre diferentes áreas cerebrales.

Usted también ha trabajado con personas que tienen problemas añadidos como afasias o alzhéimer. ¿En qué se centran concretamente estos estudios?

-Para los neurocientíficos del lenguaje no solo es importante saber cómo funciona nuestro cerebro en condiciones normales cuando hablamos o escuchamos, leemos o escribimos. También es importante saber qué está pasando cuando algún tipo de lesión cerebral afecta al lenguaje. Las afasias son una pérdida parcial o total del lenguaje a consecuencia de una lesión cerebral producida por un ictus, un traumatismo o una infección vírica. Y lo que estudiamos son los diferentes tipos de trastornos que se producen en función de cuál sea el área cerebral dañada. Por ejemplo, lesiones en la zona temporal izquierda producen dificultades para entender palabras, mientras que lesiones en el área frontal (área de Broca) afectan a la capacidad de comprender y producir oraciones.

En la enfermedad de Alzheimer también se producen alteraciones del lenguaje, pero de una manera lenta y progresiva a medida que se va atrofiando el cerebro. Pérdida progresiva de la comprensión, de la fluidez en el habla, de la escritura, etc.  De manera que realizando estudios a largo plazo podemos ver qué tipo de alteraciones del lenguaje se producen a medida que se van destruyendo determinadas zonas del cerebro. Nosotros hemos hecho seguimiento de grupos de enfermos de Alzheimer durante varios años para ver el orden en que se van perdiendo las capacidades lingüísticas y para correlacionar los trastornos con las zonas del cerebro que se van atrofiando. Es impresionante ver cómo van perdiendo paulatinamente las palabras o cómo se va desintegrando su escritura.

¿Qué dificultades presentan estas personas y cómo se trabaja con ellas para recuperar la habilidad perdida, si es que es recuperable?

-Uno de los trastornos más comunes, tanto en las afasias como en la enfermedad de Alzheimer es la pérdida de las palabras, el no encontrar la palabra con la que expresar una idea. Este trastorno se llama “anomia” y aunque a las personas sanas también nos sucede a veces que no encontramos la palabra que buscamos (fenómeno de la punta de la lengua), en los pacientes afásicos y de Alzheimer les ocurre frecuentemente y con todo tipo de palabras. Hay programas para trabajar la anomia con muy buenos resultados. En el caso de la afasia los pacientes pueden llegar a recuperarse totalmente (especialmente sin son jóvenes), en el Alzheimer el objetivo es retrasar lo más posible el deterioro.

Entiendo que no es lo mismo un daño a nivel cerebral producida por una lesión como un ictus que los daños que se puedan producir por “desgaste” del cerebro o “atrofia” (igual esto no es muy técnico, pero no me viene una palabra mejor para describir los casos de demencia, alzhéimer, pérdida de memoria por la edad, etc.). ¿Cómo se trabaja la recuperación en un caso y en otro?

-Ciertamente en una lesión producida por un ictus hay una pérdida brusca de neuronas (tanto mayor cuanto más grave sea la lesión) a consecuencia de la cuál puede quedar afectado algún componente del lenguaje. Pero el cerebro humano tiene una gran plasticidad de manera que con buenos programas de rehabilitación se puede conseguir que los pacientes lo recuperen. Eso depende en buena medida de la edad del paciente y de la gravedad de la lesión. Hay varios tipos de programas de rehabilitación en función de los mecanismos cerebrales sobre los que se actúe. Uno de ellos, llamado de facilitación, lo que trata es de activar neuronas que debido al accidente estaban inhibidas, pero no muertas. Otro tipo de programa, llamado reorganización, trata de establecer nuevas conexiones entre neuronas que no se habían visto afectadas.

Fernando Cuetos Vega, durante la entrevista.

En el caso del Alzheimer el problema es más grave ya que hay una pérdida continua de neuronas y ello supone un deterioro progresivo de las funciones cognitivas. En este caso el objetivo es retrasar lo más posible la pérdida del lenguaje, de manera que los programas, llamados de estimulación más que de rehabilitación, lo que tratan es de conservar las destrezas básicas de la comunicación, trabajando con oraciones simples y palabras de alta frecuencia de uso que son más resistentes al deterioro.

Ahora vamos un poco a la parte más técnica y menos conocida. Dicen, los que saben, que el cerebro es la parte del cuerpo que menos conocemos. Todos tenemos en mente los estudios donde se iluminan zonas del cerebro que son las que tienen actividad, etc. ¿Cómo ha sido el avance de la neurociencia en los últimos años? ¿Qué pasos se han dado para establecer estudios en mayor profundidad?

-El cerebro humano es tan sumamente complejo que aún nos falta mucho por descubrir, pero en los últimos años se han producido avances extraordinarios gracias fundamentalmente a las técnicas de neuroimagen y a la informática. Hace sólo unas décadas el funcionamiento del cerebro se estudiaba a partir de las autopsias de personas que habían tenido algún tipo de trastorno cognitivo. Por ejemplo, cuando un paciente con afasia se moría se analizaba su cerebro para ver en qué zona se había producido la lesión y así establecer relación entre trastorno del lenguaje y zona cerebral dañada. Hoy en día, con las técnicas de neuroimagen (Resonancia Magnética, Tomografía por Emisión de Positrones, Magnetoencefalografía, etc) se puede comprobar exactamente el alcance de la lesión de los pacientes afásicos y así establecer relación con el trastorno. Es más, se puede ver el funcionamiento del cerebro en vivo de personas sanas y se puede comprobar que zonas se activan cuando realizan una determinada función lingüística: leer, decir una frase, nombrar un objeto, etc.  Por otra parte, gracias a la informática se están construyendo modelos de simulación del funcionamiento del cerebro que nos permiten una mejor comprensión.

Y la última pregunta sería, cuando se hace la rehabilitación o se trabaja con niños que presentan problemas ¿se ven esos cambios en el cerebro?

– Ese es el ideal de todos los psicólogos y logopedas, poder ver los cambios, no solo conductuales, sino también cerebrales que producen sus terapias. Pero de momento es algo muy costoso y por ello apenas se hace. Los equipos de neuroimagen son muy caros y su manejo necesita técnicos especializados, así que su uso se limita fundamentalmente a la investigación. Pero si en los estudios de investigación comprobamos que cuando se aplica una terapia que mejora el lenguaje de los pacientes vemos que hay un cambio cerebral (zonas inhibidas que se activan, nuevos circuitos que se ponen en funcionamiento, etc.), cuando un terapeuta ha conseguido reducir los trastornos de su paciente es porque ha habido un cambio cerebral. Cuando un profesor enseña a un niño a leer está produciendo cambios importantes en su cerebro aunque no los esté viendo. Porque cualquier cambio conductual implica cambio cerebral. Y posiblemente en un futuro próximo los terapeutas y los profesores dispongan de aparatos más sencillos que les permitan ver los cambios que se están produciendo en los cerebros de sus sujetos. Como les decía en broma a mis alumnos: “dentro de poco no tendré que examinaros, bastará con ver los cambios que mis clases producen en vuestros cerebros”.