“Las cuencas mineras no se acaban nunca, siempre se abren nuevas historias; somos bruscos, rabaneros, pillos y con inclinaciones a socializar”

La periodista y escritora langreana Aitana Castaño habla con LA CUENCA DEL NALÓN de su segunda novela, “Las Madrinas”.

Langreo. 1 de diciembre 2025.

La protagonista de “Las Madrinas” es Gloria Montes, una guaja de las cuencas mineras. ¿Recuerda cuáles eran sus sueños de guaja? ¿Y recuerda cómo era aquella cuenca en la década de los 80?

De guaja me encantaba leer y si ahora lo pienso, creo que mis sueños de entonces pasaban por viajar, conocer… Siempre tuve, y creo que aún mantengo, curiosidad por el mundo que me rodeaba. Me encantaba leer el periódico y creo que sentí desde muy pequeña que en el periodismo podía estar la respuesta a esa curiosidad. Dice la periodista Patria Simón en su último libro “Narrar el abismo”, que el periodismo le sirve “para lidiar con la vergüenza por tanta indecencia”. Ella, que cubrió mil guerras y viajó por medio mundo, también describe en esa frase la que debería ser la principal pulsión de los periodistas locales: contar lo que enfada, preocupa, divierte, emociona y enorgullece a la gente de su entorno más cercano. Quizás fue haberme criado en esa década de los 80 tan particular de la cuenca minera, cuando empezó realmente el abismo de la minería, lo que más recuerdo de aquella época. Muchas veces voy por Sama caminando y pienso en cómo era esta ciudad cuando yo tenía 11 años e iba en bus desde La Barraca. Siempre había gente, gente en todos lados, bares que abrían las 24 horas del día, manifestaciones que podían tornarse violentas a la primera de cambio, buses que cruzaban el valle de madrugada cargados de gente que iba a trabajar. ¿Sabes qué?  Y ahora voy a citar a otra gran diva de nuestro tiempo, Rosalía, que en la canción “Memória” de su último disco dice: “Siempre que me acuerdo de algo/Siempre lo recuerdo un poco diferente/Y sea como sea ese recuerdo/Siempre es verdad en mi mente”. Pues esto que voy a decir quiero que sepa la gente que en mi mente es verdad. No tengo la sensación de haberme criado en una época de desencanto. Lo que ha quedado de todo aquello es otra cosa, creo que lo podríamos resumir en orgullo de pertenencia.

Su novela es un ejemplo de sororidad. ¿Cuánto pesa la “fuerza” de las mujeres unidas?

Mucho, tanto que yo creo que hay sectores de nuestra sociedad a la que realmente la unión de las mujeres les preocupa y mucho. Ellos tienen sus razones. Algunas son “lícitas”, en el sentido de que ven atacados sus privilegios y otras son absurdas.  En la palabra sororidad van implícitas otras como empatía o humanidad y eso mueve montañas, los poderosos y los privilegiados lo saben.

Ha dicho que en las cuencas mineras hay muchas personas aún a las que honrar, ¿hay alguna nueva en mente con posibilidad de convertirse en personaje?

Me río muchas veces porque creo que las cuencas mineras no se acaban nunca. Cuando parece que nada te puede sorprender ya en estas tierras se abren nuevas historias. El otro día fui a Mieres a una exposición sobre los 25 años del cierre del Pozu Tres Amigos, donde exhiben el turullu que durante mucho tiempo marcó los ritmos de la mina. A su lado un cartel dice que la sirena fue la señal que usaron los fugaos el 12 de enero de 1939 para avisar de que tocaba ir hacia Gijón, a coger un barco que los esperaba para huir de España. ¡No me digas que no es una historia! Pero es que, además, resulta que ahora a la cuenca minera está viniendo a vivir gente, como hacía tiempo que no pasaba. Y traen sus propias historias, recetas, creencias… Me encantaría que estas comarcas mineras las adaptaran tan bien, como mi güelu se acostumbró a ver a sus compañeros de tajo andaluces restregar el tomate en el pan. Es un ejemplo, espero estar explicándome bien.

Aitana Castaño con su nueva novela “Las Madrinas” en La Barraca.

Siempre ha defendido “la manera de ser” de los de las Cuencas mineras, ¿cómo la definiría para quien aún no la haya descubierto?

Mi frase favorita a este respecto es: “Conocernos es querernos”. Y conste que hablo por experiencia propia. En los últimos años he hecho de cicerone para muchos visitantes a estas cuencas, que después de conocer los pozos, las cunetas, las barriadas y los edificios nobles siempre amenazan con volver y lo hacen. Estas tierras, y la gente que las habitamos, somos bruscos, rabaneros, pillos y con inclinaciones a socializar (estoy generalizando). En nuestro favor está que somos muy pagadores, de hecho, a veces pecamos de “arrogantes” (para bien) y que a priori, gracias a la extroversión que nos caracteriza no va a hacer falta que saques tú conversación.

¿Entre todos los personajes que han salido en sus cuentos, existe un álter ego de Aitana Castaño?

No exactamente. Creo que he puesto un poco de mí en mucho de los protagonistas, no solo las mujeres.

El paisaje de esta novela trasciende de los valles mineros hacia Oriente, en la playa de la Franca; e incluso a fuera de Asturias, Madrid y Bruselas. ¿Qué “aires” y matices le dan esos lugares a la historia?

Al Oriente de Asturias le debo la mitad de mi sangre, algún deje lingüístico, los mejores veranos de mi vida y conocer de cerca la emigración por motivos económicos. Mi familia materna es del concejo de Ribadedeva y tenemos muchos vínculos con el pueblu llaniscu de La Borbolla y, por extensión, con familias emigrantes a México y Bélgica. ¿Qué le aportan a mis relatos estos lugares? Lo mismo que las cuencas, muchas realidades que merece la pena conocer. La de los pastores del Cuera, la de los ganaderos, la de la emigración… ¿Cómo eran tratados esos tíos, primos y hermanos nuestros en el extranjero? ¿Fue difícil mantener el amor a la tierra? ¿Cuándo se juntaban qué canciones cantaban? ¿Cómo se sentían cuando dejaban atrás la recta del pueblu?

Reivindica que en la vida hay que tener muchas “madrinas”. ¿Cuáles son las suyas?

La mía oficial es mi tía Conchi, que además ejerce de madrina total. Yo no me caso pa que me siga dando el bollu, ya amenazó con darme el que se da el último añu antes de casarse, pero por vieya. Yo no le sigo el rollu y de momento, sigue ejerciendo como tal. Y por suerte, por mucha suerte, en mi vida tengo muchas “madrinas”, amigas que me sostienen cada día, que creen en mí más que yo muchas veces.

Nuestra compañera Sira García y Aitana Castaño en un momento de la entrevista.

¿Qué emociones pretende que despierte la lectura de “las Madrinas”?

Las mismas que me produjo a mi escribir la historia. Me lo pasé muy bien con este libro. Buscar la información sobre los hechos históricos que ocurrieron en realidad, como la crisis de los refugiados españoles en los campos de concentración del sur de Francia, evocar a gente que conocí y que ya no están, como el fotógrafo Ivo Saglietti y un montón de casualidades maravillosas que ocurrieron y que contaré en las presentaciones. Contenido Premium.

¿Su relación con el ilustrador Alfonso Zapico es de “mutualismo artístico”?

Nunca nos dio por calificarla así, pero Zapi ye tan friki que seguro que le gusta. A mí me vale. Que “Las madrinas” estuvieran ilustradas por Alfonso tenía que ser. Yo solo le dije, por favor, en la portada no quiero ni negro, ni gris, ni rojo. Quiero color. Y oye, él y Yago el diseñador de Pez de Plata, cumplieron a rajatabla. Todo luz y color en la portada.

Humo, carbón, ceniza y madrinas… ¿hay algún “ingrediente” narrativo macerando, en su cabeza?

¿De cara a futuras historias? Siempre hay cosas pululando por ahí.

¿Dónde se presentará “Las Madrinas” en el mes de diciembre?

De momento las fechas que ya tenemos cerradas son Oviedo el sábado 13 de diciembre, en la sesión vermú de la Librería Matadero UNO. Al día siguiente, domingo, y también en la sesión vermú, estaré en la Librería La Llocura de Mieres. Después el 17 de diciembre en el Antiguo Instituto de Gijón y el día 19 en La Foz de Morcín. En enero y febrero espero retomar presentaciones. Gustaríame mucho ir por San Martín del Rey Aurelio y el Alto Nalón.