Marzo, de padre en padre

Pablo y María tienen muchas cosas que los hacen dos guajes tremendamente diferentes. Por ejemplo, a Pablo le gusta quedarse sentado en una esquina del patio del colegio dibujando durante los recreos. María, sin embargo, prefiere correr por todas las esquinas del susodicho patio como si tuviera el baile de San Vito. A Pablo le encanta el arroz con tomate y huevo que le prepara su madre. Es, sin ningún género de dudas, su plato preferido. María adora los macarrones con salchichas. A Pablo le gusta el helado de limón y a María el de Chocolate… Y así podríamos seguir hasta el infinito.

Pero bueno,  también hay muchas cosas que ambos tienen en común, eso es cierto. Por ejemplo, comparten el miedo a los fantasmas de los sótanos del Adaro;  el respeto a Yoni el Yonki y una antipatía, justificada, aseguran,  por la celebración del Día del Padre y toda la parafernalia que conlleva a su alrededor. La animadversión a esta jornada del 19 de marzo le  viene derivada a los dos de un hecho clave y nada baladí: Ninguno de los dos lo tien y eso, de cara a construir los ceniceros que cada año se empeña en hacer el maestro para regalar al susodicho padre, pues es un engorro. ¿Total pa qué? El año de quinto de EGB se decidieron, los dos, en un alarde de valentía sin igual a declararse insumisos, palabra que por cierto les había enseñado Yoni, ante Don Antonio y no fabricar el típico cenicero para el típico padre que ninguno tenía. ¿Total pa qué?
-Queremos ser insumisos del Cenicero y es que además, profe, a mí hacer un cenicero para un padre que no existe puede que me provoque un drama –argumentó María-. El maestro, con sus gafas redondas apoyadas en la punta de la nariz la miró por encima de los cristales y con acento gallego le había dicho:

-Te felicito, María. Y a la vez te auguro una larga carrera en el mundo de la dramaturgia o quizás, si sigues por el camino de la insumisión, en la cárcel. Aunque me temo que lo que querías decir era “trauma”, ¿no? …Que te creará un trauma…
-¿Entonces no lu facemos, profe?- señaló ella con esperanza.
-Mira, María I de España La Dramática Insumisa… Tienes dos opciones, o haces el cenicero, o haces esto… -dijo, sin mirarla, lanzando sobre la mesa una libreta roja, pequeña, que parecía salida de la nada-. María la cogió entre sus manos. Sumas, restas, multiplicaciones, divisiones…
-¡Meca, profe! Pero esto ye injusto, la insumisión…
-La Meca está en Arabia. Así que ya sabes. O Cenicero o matemáticas –interrumpió Don Antonio-.
María miró a Pablo.

-Pero, somos insumisos y los insumisos… -comenzó a decir con gesto de desgana-. Entonces fue Pablo el que la frenó.
-Shhhh… ¡No digas nada! Porque todavía vamos a acabar haciendo las dos cosas. Yo hago el cenicero y punto. Después ya se lu doy a mi güelu o a mi tíu.
-Cobarde… -musitó María entre dientes que, eso sí, de la que se iba de la mesa del maestro cogía el trozo de arcilla con el que moldear la pieza.
Primero una bola bien redonda, después toca aplastarla (ahí María se lió a bien de puñetazos para que se escuchara su furia en toda la clase. Si bien, paró en cuanto vio a Don Antonio abandonar la lectura y acercarse a ella con cara de ganas de dar un soplamocos y/o hostia a mano abierta). Y después, con la arcilla fresca, calcar la mano para que en el surco que dejen los dedos se puedan posar los cigarros y, a la vez, que quede constancia de que el cenicero lo hizo un niño.
-Y ya por último. Cogemos el punzón y con suavidad vamos a grabar nuestro nombre y el de nuestros padres.

María no se dio cuenta pero sacó la lengua con gesto de concentración para hacerlo. No se dio cuenta de que Don Antonio se había puesto a su lado. Le cogió la creación artística:
-Me puedes decir qué significa “De M. D. I. para P. I. C. T. A.”.
-De María la Dramática Insumisa para Padre Inexistente Creador de Traumas Absoluto.

El ataque de risa del maestro aún se recuerda en algún claustro de profesores.