Atlas de Geografía Minera: Las Paredes
En el libro que compila las crónicas periodísticas de Gabriel García Márquez entre 1980 y 1984 hay un artículo que se titula “Peggy, dame un beso” (de abril de 1982). Tiene que ver con una pintada que el escritor colombiano vio una mañana desde la ventana de su casa de México y que decía exactamente eso: “Peggy, dame un beso”. García Márquez daba vueltas en su columna de opinión a cómo en un mundo que parecía derrumbarse a cada paso (desde Polonia a El Salvador) todavía había alguien, el autor de la petición escrita en una pared callejera, que solo pensaba en el amor. Terminaba el artículo pidiéndole por favor a Peggy que le diera un beso al romántico pintor de muros. El Premio Nobel no fue el único al que las pintadas en los muros llamaron la atención. En los múltiples libros de relatos cortos que tiene el escritor uruguayo Eduardo Galeano, es habitual encontrarse una sección que llevan por título “Hablan las paredes” y en la que reúne numerosas frases que fue leyendo en las tapias enladrilladas o encaladas de sus viajes por la América de habla hispana, desde Cuba a la Patagonia, de Maracaibo a Medellín.
“Hablan las paredes” y vaya si hablan. También en las cuencas mineras. Y aunque muchos ven las pintadas como actos de vandalismo, hay que tomárselas a veces como auténticas actas de notario de una historia que puede ser la de un individuo o la de toda una sociedad. Por ejemplo, en estos valles no hubo presidente de Hunosa que no tuviera en alguna pared de Langreo o Mieres o San Martín del Rey Aurelio o Laviana su “homenaje” en forma de exabrupto. Tampoco existió empresa en riesgo de quiebra que no aullara al cielo con un “XXX nun se peslla” en alguna hilera de ladrillos o en la valla de alguna obra (“Vesuvius nun se peslla”, dice una de las del soterramiento). Las hay menos épicas pero que también nos explican muy bien. Hace años que al final de mi calle un spray negro le pide a “Blanquito” que pague su cocaína (una deuda es una deuda). Y en Turón, en la escollera que impide que el monte se funda sobra la carretera, alguien puso también hace tiempo: “Cualquier díi t´atarazo”, en una amenaza que denotaba un poco menos de paciencia que la que le han otorgado al deudor de mi calle.
En la cuenca del Nalón tenemos, desde hace tiempo, un “notario” de grafittis que, personalmente me alegra los paseos. Se trata de Yupi, un mapache azul que lo mismo te pide que vayas a 80 en el tramo la curva del Corredor (donde siempre hay accidentes), que sufre “ahogado” por tener que pagar impuestos desde la vera de las vías del tren en Ciañu. No os voy a pedir que beséis a Yupi, pero por favor, a quien compete, que no lo borren, que no desaparezca nunca de nuestras calles el dibujo anónimo que consigue, y sé que no solo a mí, sacarnos una sonrisa.