Abril de literatura

“En un lugar de la barriada, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un virus hidalgo de los de mascarilla…”

Flor levantó la vista del folio que le había entregado Joaco y lo miró por encima de las gafas.

-¿Esto ye lo que vas a presentar al concurso?

-Si… -respondió él orgulloso, aunque sabía que aquella mirada inquisitoria de su vecina y, a la par, promotora del I Concurso Mundial de Literatura Pandémica no significaba nada bueno- ¿Qué ye que no te gusta?

-Joaco, me cago en mi vida, si así ye como empieza El Quijote.

El paisano le arrebató el folio de la mano con cara de mala leche y mientras subía las escaleras apurado murmuró:
-¡También ye mala suerte que de todos los libros del universo, esta muyer haya leído justamente el únicu que tengo yo en casa ¡manda narices!…

Flor, que escuchó el murmullo gracias al eco sobrenatural de sus escaleras y lo entendió perfectamente, no pudo más que sonreír  mientras colocaba sobre la mesa el resto de textos participantes en el certamen. La convocatoria, coincidiendo con el Día del Libro, había sido todo un éxito. Bien se notaba que este abril, por segundo año consecutivo, nadie se había podido ir de vacaciones de Semana Santa, virus mediante.

Bueno, ni de vacaciones ni de excursión ni de nada, después de que en las últimas semanas los positivos por la COVID se hubieran disparado, que hasta el edificio habían llegado incluso. Petro llevaba diez días ingresada en la UCI. Julia, la joven médica del ático, tenía al vecindario informado puntualmente del estado de la paciente. Y aunque después de tantos días ya todos se habían hecho a la idea, lo cierto es que el ingreso de Petro en el Hospital y su empeoramiento había sentado como un mazazo en su entorno. Hasta entonces, el coronavirus era algo ajeno que sí, que se padecía, pero lo tenían otros, no ellos. Flor, que conocía a Petro desde hacía tantos años que ya ni recordaban cuántos, estaba pensando en todo esto cuando sintió cómo una sombra interrumpía en el portal donde ella había instalado la mesa para “recepcionar” a los participantes en la primera edición del, todo indicaba, primer y único concurso  literario-pandémico del mundo. La sombra era Rafael.

¡Ay, Rafael! Ese hombre canoso y de ojos verdes que había vuelto a casa después de varias décadas de ausencia recordándole a Flor, y a otros, que hay amores que nunca se entierran, porque no se mueren.

“¡Ala, eso, después de vieyos, pelleyos!”, había dicho Petro el día que los vio, por la mirilla, apartar la mascarilla y darse un beso. Ellos se habían reído porque la habían escuchado (el eco sobrenatural de las escaleras también incluía rellanos y puertas). Y Flor, mirando para la puerta y con la mano de Rafa apoyada en su cadera que lo pensaba y hasta nerviosa se ponía le había dicho:

-¿Cómo vas Petro? ¿Ya te miraste la fiebre?

Sí, se la había mirado. Y tenía 39. Esa noche se la llevaría la ambulancia y lo último que sabían de ella es que le tenían que poner un respirador porque ella sola no podía.

-¡Rafa! -dijo Flor saliendo de esos pensamientos tristes que incluían a su vecina de toda la vida entubada en una sala blanca y fría.- ¿Tu también quieres participar?

-Por supuesto… -el hombre abrió la carpeta que traía bajo el brazo y le tendió una hoja con una sonrisa de las que le hacían a Flor decir “Ay, Rafael”- Es una poesía, espero que cumpla con los requisitos del concurso…

-Seguro que sí… -respondió ella con un sonrojo que la hacía parecer una veinteañera. “Después de vieya…”.

La mujer esperó a que Rafael se fuera, previo guiño, que ella también tenía sus armas de seducción, y no en vano, taitantos años después, ahí seguía él rendidito a sus pies que ya se lo dijo su hija pequeña: “Mama, este señor ha vuelto por ti, quiere mandanga”.

-Hoy se cumplen díez días de la segunda dosis de nuestra vacuna… -le dijo ella cuando él estaba ya a la puerta. Él se giró y preguntó sonriente:

-¿Lo que significa qué….?

-Puede que ya seamos inmunes a todo.

-Te espero esta noche en mi casa para comprobarlo. Ven preparada, es fácil que la comprobación vaya más allá del toque de queda y tengas que quedarte a dormir…

¡Madre mía!, ¡Era verdad! ¡Después de vieyos, pelleyos!

La sombra de Rafael se esfumó de nuevo y entonces se fijó en la poesía que éste había escrito y ya con los primeros versos, Flor pensó que ojalá el jurado le diera el primer premio:

“Quisieron los años pasar de largo,

pero no hubo manera de huir de tu ausencia,

ni pudieron  mis labios olvidarse de tu tacto.

Niel mundo, y mira que lo intentó,

consiguió conjurar el destino para separarnos…”