Los territorios naturales

Feria en El Campu en 1960 • Foto Monchu Calvo

El pasado mes de febrero asistimos como público en Laviana, a una mesa redonda sobre la gestión de los espacios mal llamados naturales. Al hilo de esta charla redacto mi opinión, y digo mal llamados, porque en el conjunto de Asturias, España, y estoy seguro que en Europa, no existe ningún territorio, llámese parque ó reserva, que no haya sido manipulado por la presencia humana, en forma de colonización estable, pastoreo tradicional, ó cualquier otro tipo de intervención en el medio. En ocasiones provocando un cambio en su fisonomía paisajista, debido a la modificación de bosques, brezales, construcción de cabañas ó sendas, y en otras ocasiones debido a infraestructuras mineras o industriales, por ejemplo. Pero lo que no son de ninguna manera, es espacios “naturales”. Quizás en las remotas regiones de Alaska, en el Amazonas, ó en Yellowstone, puedan calificarse así, aquí desde luego, no.

Dejando claro este punto,  no voy a ser tan atrevido de escribir en términos científicos, porque no lo soy, pero si lo quiero hacer desde el mismo lugar y en el mismo suelo que han pisado muchas generaciones antes que la mía, y que han convivido con esta misma tierra, moldeándola y aprovechando sus recursos, para que les proporcionara el sustento necesario para vivir gracias a ella.

En ocasiones también la agredieron, esquilmando sus frutos ó destrozando su paisaje, pero ahora no hablaremos de eso, aunque algunas voces se levanten con ese argumento del todo injusto y descalificador,  a raíz de la problemática de los ataques que están sufriendo por el lobo, y les dicen que no se quejen, que  no tienen razón, voces que hablan desde el desconocimiento real, porque los esquilmadores están y estuvieron generalmente entre las calientes moquetas de los despachos, más que entre el borrín de los montes.

Hoy, la voracidad de una administración que se aprovecha del declive demográfico, intenta meter la mano para usurpar la última riqueza que les queda a estas entidades, en forma de gestión de sus recursos naturales, como montes, pastos o explotación maderable.

Recuerdo aquí y ahora, las palabras escritas por Francisco Tomás y Valiente, presidente en su día del Tribunal Constitucional y vilmente asesinado por ETA, cuando nos señalaba en 1974 en una magnífica lección quienes eran los compradores y beneficiarios de las sucesivas desamortizaciones del siglo XIX: “ En primer lugar, un puñado de negociantes… de profesionales de las subastas, de especuladores o acaparadores más o menos escrupulosos o tramposos, hombres a quienes no ofenderíamos calificando de oportunistas. En segundo lugar, grupos típicamente burgueses de comerciantes, abogados, funcionarios (con frecuencia titulares de cargos burocráticos responsables de la aplicación de la legislación desamortizadora), industriales y políticos…”.

Esto mismo, de una forma mas sibilina, contemplando la falta de trasparencia y opaca información, es lo que se utiliza para intervenir el último bastión de democracia directa ejercida por nuestros pueblos y las entidades menores, que no debemos olvidar que en el caso concreto de las pertenecientes a Caso, no cuestan un euro y se gestionan hasta ahora de forma satisfactoria.

No lo olviden conservacionistas, biólogos y demás estudiosos de nuestras aldeas, que se podrá hacer mejor, sin duda, pero no desdeñemos esos conocimientos que permitieron sobrevivir con muy pocos bagajes académicos, pero con los conocimientos que de la naturaleza aprendieron, pagando un alto precio, en muchas ocasiones.

Creo que el problema que atañe al conjunto de la sociedad, agraria y urbana, solo tendrá respuesta cuando esta sea consciente que el último bastión de autonomía alimentaria, radica en ese escaso cinco por ciento de productores que sigue cuidando sus vacas en los pastos y las majadas de Asturias, que nos ofrecen la mejor carne y la leche para nuestros ponderados quesos, que siguen conservando con esfuerzo las sendas y caminos por donde transitan montañeros y turistas, en una palabra que cuidan un paisaje y un medio que es “natural” gracias  a su esfuerzo en mantenerlo. Consideración que suelen olvidar los “conservacionistas” tan de moda, ahora.

Aquella orquesta autodidacta, que interpretaba con perfección la sinfonía pastoral de pastos, majadas y sextaferias durante siglos, y que como un complicado rompecabezas encajaban violines y trombones, cítaras y timbales, de repente se encuentra que le faltan músicos, y los pocos que quedan no tienen el nivel de sus predecesores. Sus maestros ya no están para enseñarles, pero caso sin precedentes ¡han aparecido muchos directores ¡ Y cada uno marca un ritmo distinto, y aquello no suena.  Es una realidad irreal, y un reflejo de la situación actual. Montones de organismos, patronatos, juntas y departamentos, gestionan como mejor les parece los espacios que antes eran potestad de los habitantes rurales, muchas veces en abierta confrontación, y en la mayoría de las casos con normas que mas que favorecer, empobrecen y mancillan lo que antaño se lucho para su conservación, con criterios cargados de lógica y  en abierta sintonía con el entorno rural.

Monchu Calvo