“Remine tiene matices que solo se entienden y se perciben en las cuencas”

Marcos Martínez Merino dejó las filas de Telecinco, donde realizaba información económica, para cambiar radicalmente de vida y ejercer el periodismo “de otra manera”. Se compró una cámara y con su familia se mudó a Turón. Tenía las cosas claras: Quería rodar un documental sobre las cuencas mineras, sobre el declive de estas zonas, sobre la vida de los que en ellas habitan. Lo que no esperaba Martínez Merino es que apenas siete meses después de su desembargo en las comarcas estallara una dura huelga minera. Cogió su cámara y salió al pozu, a la barricada, a la calle. Así nació “Remine” o lo que es lo mismo: “la historia del último movimiento obrero”. La película, que se estrenó en los cines Artesiete del Centro Comercial Valle del Nalón ya ha triunfado en festivales de todo el mundo. Y lo que le queda. En todo el proceso hay otro nombre fundamental: Marta Fernández Crestelo, la mujer de Merino y productora de la película.
Marcos Martínez Merino, director de Remine

El subtítulo de “Remine” es “el último movimiento obrero” pero también podría ser “la última derrota obrera”. ¿Está la épica de la historia de Remine precisamente en eso, en que sus protagonistas luchan aún sabiendo que lo más probable es la derrota (así lo dicen más de una vez a lo largo de la película)?

-Sí, la épica es una cualidad que distingue a los mineros y a las cuencas históricamente y, sobre todo, en un contexto de escepticismo y abandono ideológico como el actual. Hay pocos colectivos con episodios históricos tan suicidas como la revolución del 34, las huelgas del 62, la mayoría casos de lucha utópica. La épica no está en la lucha cuando la victoria está cantada sino en resistir en la pelea cuando la derrota es el fin más probable.

-¿Tenías miedo al estreno en Asturias, al estreno en las cuencas mineras de Remine? ¿Qué fue lo que encontraste cuando las luces se encendieron después de los estrenos en Avilés y Mieres?

-Miedo no. Teníamos respeto porque, al final, se trata de una película documental en la que narras una historia construida con hechos reales y que sus protagonistas se sientan identificados no suele resultar sencillo sobre todo cuando trasmites un discurso emocional como el de ReMine. No hay mejor premio para nosotros que el que recibimos en los estrenos en el Niemeyer y en Mieres. Llevar tres años de tu vida dedicado por completo a un proyecto y sentir tanta gratitud por parte de sus protagonistas y de los vecinos de las cuencas cuando se lo enseñas por primera vez es la mejor recompensa posible. En ningún sitio, han aplaudido, llorado, reído y sufrido la película como en Asturias. La película está construida por decenas de capas. Las primeras, las más superficiales, permiten crear un discurso universal pero luego hay muchos matices que sólo pueden entenderse en Asturias y yo diría que, en algunos casos, sólo se entienden y perciben en las cuencas.

-Y fuera de Asturias, donde no se conoce nada de la historia ¿Cómo se está recibiendo la película?

-La película se ha exhibido, de momento, en 8 países diferentes y la historia que cuenta ReMine se entiende con claridad en todos los sitios y las emociones que revuelve también han sido muy similares. La película ha recibido tres Premios y todas las funciones han terminado con un generoso aplauso. Se han producido decenas de anécdotas. En San Petersburgo, por ejemplo, hubo gente que salió tarareando el Santa Bárbara Bendita, en Méjico fue a verla un grupo de trabajadores eléctricos que llevan casi 5 años de protesta y enviaron una emotiva carta de gratitud a las cuencas mineras asturianas por su ejemplo histórico. Los mineros ya tienen de por sí bastantes connotaciones universales. Han sido claves y míticos en la lucha por los derechos laborales y sociales en decenas de países del mundo. Pero, al final, es una historia sobre unos trabajadores que luchan por su empleo en un escenario con emociones universales como es el minero. Creo que los trabajadores del mundo están fastidiados y genera una cierta esperanza comprobar que todavía hay opciones de poder estar unidos.

-Vivir en Turón. Preparar, rodar y montar esta película ¿te ha hecho cambiar tu percepción de las cuencas mineras? ¿Qué sabes ahora que antes ni te imaginabas?

-Antes no sabía nada de las cuencas más allá de los prejuicios y de los estereotipos, como la mayoría de los asturianos. Era consciente que no podíamos rodar una película sobre las cuencas sin conocerlas de cerca así que era determinante que viviéramos aquí durante un tiempo. Decidimos mudarnos a Turón porque nos pareció un paradigma en el pasado y en el presente de la situación de las cuencas. Allí comprendimos que la historia no estaba en los acontecimientos sino en las emociones que distinguen a este lugar. Yo he aprendido mucho durante estos últimos cuatro años cerca de los mineros y las cuencas.

-Durante el rodaje: ¿Qué fue lo más difícil? Porque no debe ser fácil conseguir estar al lado de los protagonistas de la historia y ser uno más, pero tampoco estar en la barricada o en plena batalla campal o incluso dentro de la mina…

 -Todo fue bastante natural durante el rodaje. Fue un proceso paulatino de acercamiento mutuo sin artificios. Supongo que la paciencia, el respeto y la honestidad son determinantes cuando te acercas a contar la vida de otros seres humanos. Las batallas o las barricadas son otra cosa. Quizás también más previsibles porque el ritual suele repetirse por los dos bandos y la experiencia que vas adquiriendo lo hace todo más fácil. Creo que también siempre hay un punto de inconsciencia cuando estás rodando este tipo de cosas. El interior de la mina fue muy complejo porque queríamos destacar las emociones que produce trabajar en el interior de la tierra lo que impedía cualquier tipo de luces externas para grabar. Hoy la tecnología permite lidiar con situaciones imposibles. De hecho, creo que esta película no podría haberse hecho hace 7 años.

-Durante el montaje: Dejar fuera imágenes, historias, debe ser duro. ¿Seguisteis alguna máxima a la hora de elegir qué cosas entraban en la película y qué cosas no?

-Dedicamos 8 meses al guión y montaje de la película. Sabíamos qué emociones iban a protagonizar la película y había que trabajar sobre cientos de horas rodadas. El montaje de la película representó un esfuerzo de contención emocional porque no queríamos una historia de buenos y malos, ni de víctimas y verdugos. El primer montaje de la película duraba 140 minutos pero, al final, narrar una película es un complicado puzle emocional muy sensible a los cambios. Varias escenas increíbles se han quedado fuera del montaje final porque distorsionaban el discurso de ReMine.

Fotografías del rodaje de Remine

-Esta película llega a las pantallas en plena crisis del sindicalismo minero en Asturias, con los escándalos de Villa y Postigo sobre la mesa. ¿Crees que es la puntilla al último movimiento obrero?

-Creo que es la enésima puntilla a un lugar que no merece ser tratado así. Los casos de corrupción destapados son de una inmoralidad incontestable. Se suman a décadas de agónica reconversión industrial repleta de mensajes interesados y contradictorios. Me preocupa el efecto que estos casos tiene otra vez sobre la ya castigada autoestima de las cuencas mineras. La puntilla al movimiento obrero se la dará el fin de la industria. Son el último movimiento obrero porque ya no queda apenas industria en Europa con trabajadores organizados desde hace un siglo como los mineros.

-¿Es Remine la primera de muchas historias que Marcos y Marta van a llevar al cine?

 -Por supuesto. Ya estamos preparando otros proyectos de largometrajes documentales. De momento, parece que estamos enfocados en contar historias de resistencia, ya sean colectivas o individuales, frente a las dificultades. Acabamos de terminar una pieza cinematográfica de 5 minutos llamada “A Noite é necesaria” rodada en la Semana Negra de Gijón que ya ha participado en los festivales internacionales de Valdivia, Sevilla y Mar del Plata.