Francisco J. Lauriño. Escritor langreanu.

El hablador

Cuando hablo de Vargas Llosa siempre digo que, frente a obras maestras indiscutibles como ‘Conversación en La Catedral’, ‘La guerra del fin del mundo’, ‘La Casa Verde’ o ‘La fiesta del chivo’, son, sin embargo, sus mejores novelas ‘El Hablador’ e ‘Historia de Mayta’. Y es curioso, pues no suelen ser las más valoradas por la crítica, y el público lector las conoce poco.

‘El Hablador’ trata de un tema muy querido del escritor peruano: el del papel del creador de fantasías, del novelista, del cuentista, dentro de la sociedad, y, para ello, nada mejor que recurrir a esa figura increíble y bendita del contador de historias que puebla la geografía de ciertos pueblos indígenas y que es el trasunto con el que ejemplifica su propia interpretación. Tal vez sea la novela más íntima de Vargas Llosa; tal vez sea, también, la más metaliteraria.

No voy a aludir a la truculencia narrativa de ‘Historia de Mayta’, que la ha hecho, seguramente, poco afortunada a los ojos de ciertos lectores. Es, sin embargo, esa truculencia la que precisaente constituye  su mayor valía.

Como todo el mundo sabe, Vargas Llosa acaba de publicar ‘El héroe discreto’. En esta novela formidable recupera personajes y escenarios de su etapa más peruana: la ciudad de Piura y el sargento Lituma; don Rigoberto y doña Lucrecia, en Lima, esclavos de Fonchito… Con ellos, y con otros nuevos, construye dos historias paralelas que, por causa de la trama, tienen en vilo al lector desde la primera página; pero también construye un análisis de ciertas realidades, especialmente de la cultural, abundando en la tesis que mantiene en su último ensayo, ‘La civilización del espectáculo’.

He traído aquí al peruano aun sabiendo que no podría escribir más de trescientas palabras (trescientos folios necesitaría), así que el pago a semejante osadía será, a no dudar, un artículo cojitranco, pero sentido.