Javier García Cellino. Escritor.

Chirigotas

Entre las agrupaciones más conocidas encargadas de endulzar los carnavales —una fiesta de origen pagano, que se remonta a las ofrendas que se realizaban en honor a Baco o al toro Apis en Egipto, entre otros—, figuran las Chirigotas, esas coplillas recitativas y monólogas que poseen unas formas musicales muy simples procedentes del pasodobles, la rumba, las sevillanas, la jota, el tanguillo….

Sus componentes acostumbran a interpretar el repertorio a dos voces, con el objetivo de hacer reír al público a través de  la crítica satírico humorista. Sin duda que los tiempos que galopan contienen abundante aire de donde sacar noticias frescas, desde la gelidez de las colas del paro hasta la cada vez más escasa envergadura de los pensionistas, condenados a subidas —si es que a un 0,25% se le puede nombrar así— que ponen en grave peligro su estabilidad económica y emocional. Mas pienso que  en esta ocasión hay un tema superestrella, al que sin duda no serán ajenos los encargados de hurgar en el armario social.

La condena del marido de la infanta, y la absolución de ésta por haber cursado estudios acelerados de “memez”, más la posterior elusión del exduque de la cárcel, mediante el pago de una fianza — “por tener el suficiente arraigo laboral en su país”—, son material más que sobrado para redoblar un chascarrillo tras otro, al tiempo que para hacer entonar un miserere por la diosa justicia, a la que solo le falta amputarse una pierna. ¿Cómo es posible que un joven de Granada, de 24 años, sea condenado a seis años por pagar 79,20 euros con una tarjeta falsa (y eso por un acto cometido cuando tenía 18), y en cambio le caiga la misma pena al condenado por prevaricación, malversación, fraude, tráfico de influencias y dos delitos fiscales?

Lo dicho, menuda chirigota.