«Es imposible que pueda estar pasando esto»

Cuando parecía que el jueves 12 de noviembre, el de los 605 contagiados y 11 fallecidos en Asturias; el de las protestas de los comerciantes, el del encierro de los hosteleros en la Iglesia de la Felguera, no podía dar más de sí, sonó el móvil en muchas casas en las que no es buena señal que suenen los teléfonos tan tarde. Y ya pasaba de las once de la noche cuando la alerta del teléfono levantó del sofá de un brinco a personas que solo tenían ya como expectativa dormir bien, descansar tras un día agotador; así que no podía ser nada bueno.

No lo era: «Tenemos un incendio en el parking del Credine (el centro de enfermedades neurológicas de Barros que desde el comienzo de la pandemia se ha convertido en hospital para enfermos geriátricos del COVID19). Hay que desalojar el equipamiento», decía, más o menos, el texto del mensaje o la voz de la llamada.

Y el día, para la mayoría de los remitentes, volvía a empezar sin haberse acabado.

Le pasó al ambulanciero que posó de nuevo sobre la repisa de su baño el cepillo de dientes para enfundarse el uniforme de trabajo; y a la auxiliar de clínica que, recién duchada después de terminar su turno, apenas tuvo tiempo de secarse el pelo cuando volvía al coche para desandar el camino andado hacía menos de una hora; le pasó a Concepción Saavedra (gerente del Sespa) y a Carmen Arbesú, alcaldesa de Langreo, y le pasó también a un par de fotógrafos de prensa y periodistas.

Para ellos el día se alargaba cuando parecía que tocaba a su fin. Para otros era el comienzo. Fue el caso del bombero del retén que estaba en su puesto en Proaza y acabó atendiendo órdenes en langreo, también para del agente de la policía local o de las enfermeras que hacían turno de noche en el Credine y, que en menos de un suspiro, cerraron filas para poner a todo el mundo a salvo.

Todos, menos los que estaban «in situ», a eso de las once de la noche miraron la pantalla, leyeron o escucharon lo que tenían que decirles, y debieron pensar algo así como: «Es imposible que pueda estar pasando esto».

Pero sí. Pasaba.

Y vaya si pasaba. Que se lo digan, en plena noche, a los usuarios del Credine que, sin entender muy bien por qué, se vieron bajo el cielo de una noche muy oscura (pero, eso sí, templada) de Barros. Fueron solo unos minutos los que, por todo techo, tuvieron el cielo. El tiempo que tardaron los bomberos en ventilar la entrada para que las camillas pudieran volver poco a poco el recinto. Unos minutos lo suficientemente largos como para que por alguna de las cabezas de pacientes también pasara el pensamiento de: «Es imposible que, además, nos esté pasando esto».

Pero sí. Pasaba,

El incendio, y no tanto las llamas como el humo, puso en peligro este hospital provisional que acoge a gente mayor (las principales víctimas de esta pandemia) pero la mejor de las noticias de la noche es que los protocolos funcionaron, incluso los que (a dios gracias) no hubo que activar del todo.

Lo del desalojo fue, en los primeros minutos, una realidad urgente y bien hilvanada, como esos simulacros que de vez en cuando les toca ensayar a los cuerpos de seguridad y emergencias, pero que anoche eran reales. Las camillas de los pacientes en fila india en el patio, sin gritos, a buen ritmo. Las ambulancias (que empezaron a llegar- hasta quince- de todo el centro de Asturias) en caravana coordinada para entrar atendiendo las órdenes de los responsables, y los Bomberos trabajando con el humo con la eficacia de un cirujano que corta hemorragias.

No faltó de nada, ni siquiera el vecino que, saltándose el toque de queda y alguna que otra ley del estado de alarma, se acercó al Credine porque «vi en Facebook que decían que había habido una explosión».

No, no hubo explosión. Ni daños personales, pero sí mucha tensión y nervios que se reflejaba muy bien en las miradas de preocupación de las trabajadoras del Credine que acudieron de madrugada a apoyar la crítica situación. Corrían desde sus coches a la entrada. Esperaban órdenes y empezaban por lo más importante: Protegerse ellas primero. Batas, guantes, mascarilla, pantalla, botas…

Se llegó a plantear el traslado de hasta 40 usuarios del Credine a otros centros. El Hospital Valle del Nalón y el hospital provisional de la Feria de Muestras de Gijón fueron dos de los espacios que sonaron como reubicaciones de enfermos del Credine. Pablo Triviño, el jefe de la zona Central de Bomberos de Asturias, con la labor terminada sentenció a media noche:

-El incendio está sofocado y el edificio ventilado, hemos hecho mediciones de gases y todo está bien. Pero la decisión del traslado no depende de nosotros, si no de las Autoridades Sanitarias.

La gerente de Transinsa, la directora del Hospital Valle del Nalón eran algunas de esas autoridades sanitarias que ya estaban en el Credine cuando a las doce y media de la noche, llegaba Concepción Saavedra, gerente del SESPA. Un gabinete de crisis después y tras la valoración real de la situación, con todo preparado ante la posibilidad de trasladar a decenas de pacientes, se decidió abortar el dispositivo. No hacía falta.

Se calmaron las miradas, los gestos y hasta el ritmo de las que las camillas pasaban por los pasillos traslúcidos del Credine, cuyos rumores desde la lejanía tan solo se pueden intuir. Empezaron marchándose las ambulancias, después las autoridades sanitarias y los bomberos y por último, el grupo de periodistas que enviaban las imágenes a sus medios de comunicación y que no llegan casi nunca los primeros pero siempre son los últimos en marcharse.

Bueno, no fueron los últimos.Eran cerca de las dos y media de la mañana y en el Credine quedaba gente aún mucha gente. Las trabajadoras del centro las que estaban en turno y las que llegaron de apoyo, todas intentando que todo volviera a la normalidad de un hospital a las dos y media de la mañana, que debe de ser el silencio. Un silencio que es de tranquilidad porque el protocolo funciona aunque no se le necesite, y también de alegría, porque todos los que reciben llamadas de alerta a las once de la noche saben que lo mejor que le puede pasar a un protocolo es que no se le necesite.