“De mi familia aprendí a funcionar como un engranaje. Hacer equipo es imprescindible en ciencia, pero también en otros aspectos de la vida cotidiana”

María Montes Bayón es catedrática del departamento de Química Física y Analítica. El pasado mes fue seleccionada como modelo femenino inspirador por la prestigiosa revista “Analytical and Bioanalytical”. Nacida en El Entrego, Montes habla con LA CUENCA DEL NALÓN sobre su trayectoria y proyectos.

María Montes Bayón, profesora de la Universidad de Quimica.

– ¿En qué se basa su trabajo de investigación en la Universidad de Oviedo?

-Estamos trabajando sobre dos líneas de actuación. La primera de ellas está dedicada al uso de fármacos viendo cómo se puede mejorar el transporte de éstos a las células tumorales. Para ello nos valemos de nanotransportadores. Estructuras pequeñas que pueden trasladar estos fármacos y que, además, los podemos camuflar para que el cuerpo no los identifique como algo extraño. Una especie de caballo de Troya que entra en el organismo y que es recibido como un amigo que, al llegar a la célula tumoral, se despliega y libera el fármaco. Esto lo conseguimos usando la ferritina, proteínas o estructuras de óxido de hierro.

En la otra línea de investigación estamos viendo cómo afectan a largo plazo determinadas partículas de titanio que se encuentran en las grajeas de chicle, pinturas, cremas solares, prótesis de rodilla, cadera o implantes dentales.

-Antes de ser docente en la Universidad de Oviedo su carrera profesional discurrió por diferentes localizaciones. ¿La tierrina, es la tierrina?

-La verdad es que fue un poco dejarme llevar. Cuando acabé la carrera mi madre, que es una visionaria, me dijo que tenía que aprender un poco de inglés. Al poco tiempo me surgió la posibilidad de ir a hacer un Erasmus. Estuve en Reino Unido diez meses y eso cambió mi vida totalmente. De hecho, de no pensar en hacer la tesis doctoral, acabé haciéndola. Después, cuando la terminé, volví a la disyuntiva entre escoger una vida académica o industrial y no me decidía porque las dos me gustaban. Así que para poder pensarlo mejor decidí solicitar una beca postdoctoral y conseguí que me becara la Fundación Fulbright que tiene, como condicionante, que después de hacer la beca debes regresar a poner en práctica los conocimientos adquiridos a tu país de origen. Cuando ya era hora de regresar coincidió que sacaron la primera edición del Programa Ramón y Cajal para investigadores que hubieran estado en el extranjero y me la concedieron. Estuve en algún lugar más, como Hamburgo, pero ya me vinculé a la universidad cuando saque la plaza de titular y posteriormente de catedrática.

– Con ese bagaje, ¿cómo ve la situación de los investigadores fuera de España?

-Te desanimas un poco porque hay gente muy válida y que sería talento para recuperar, pero lo tienen bastante complicado. Si es verdad que, en la universidad, poco a poco hay una generación que se está jubilando y se abrirán nuevos sitios. Sin embargo, en investigación está muy complicado. Otra opción que tienen los investigadores es la del tejido empresarial pero es muy poco atractivo para las empresas contrata a un doctor. Esos investigadores se van fuera, ven las condiciones laborales que tienen allí, el respeto al a profesión en otros países y al final…si vuelven, es porque tira el corazón.

– ¿Qué lleva a una joven de El Entrego a tirar por una carrera de ciencias?

-Un buena buena profesora de química en las secundaria. En esa época es cuando se forman las vocaciones y, o aborreces al profesor y la asignatura, o la adoras. A mi me gustaba todo: artes, filosofía, letras… pero pensé que en la ciencia iba a tener mejor salida. También era lo que te decían por aquel entonces.

La Profesora Montes Bayón, durante la entrevista.

-¿Cumplió con las expectativas que tenía?

-Sí. El primer año siempre es más generalista pero luego, según avanzan los cursos, van profundizando. Lo experimental me gusta mucho y, cuando las cosas salen bien, me da un subidón.

-¿Hay muchas mujeres científicas? ¿Conocía a muchas cuando empezó a estudiar?

– Cuando empiezas en la carrera no conoces muchas figuras femeninas salvo personalidades como Marie Curie que, con el paso de los años, fueron reivindicadas. En cuanto a los estudios, el tema de paridad estaba muy presente pero luego llegabas a laboratorio y allí sí que veías una mayor presencia de hombres que no se correspondía con los años de facultad. De aquella época recuerdo, por ejemplo, a una profesora universitaria defendiendo su estudio con una soltura y una destreza que pensé: yo también quiero subir al escenario algún día y defender con esa seguridad mi trabajo.

-Y así llegó aquí.

–Sí, y con mi estilo propio. Mira, si hay una cosa que a mi personalmente me llama mucho la atención es que éste es un mundo muy masculinizado donde parece, a veces, que intentamos encajar con un apariencia más neutra. 

-¿Más neutra?

– Espero que nadie se ofenda con esto…

-Seguro que no.

-A ver. Yo, por ejemplo, soy una persona que me gusta arreglarme. Pintar el ojo, comprar trapinos …  Y a veces me da la impresión que por mimetizar con ese ambiente masculino buscamos un aspecto que pase desapercibido. Tu tienes que ir como quieras ir, y no tiene esto que afectar a cómo de seria es la ciencia que representas.

-Ser de la cuenca, ¿le marcó?

-Pues es una buena pregunta. Yo creo que sí. Yo me crié en El Entrego, que aunque urbano, es un pueblo. Nací en una familia humilde donde mi padre trabajaba en Ensidesa y mi madre era modista. En mi casa todos teníamos algo que hacer y una responsabilidad para que el engranaje funcionara. Cuando yo ya estaba en la facultad, por ejemplo, llegaba de noche y limpiaba la habitación de costura de mi madre. Y como me repiten mis sobrinas cansadas de escucharme: “no me supuso ningún trauma”.

Lo que sí me ayudó fue a entender que es imprescindible trabajar en equipo tanto en ciencia, como en la vida en general: sociedad, política… Ahora mismo lo estamos viendo con el coronavirus. En este sentido yo creo que a los guajes de ahora les damos muchas facilidades y les quitamos aprender el valor de las cosas, el sacrificio, el esfuerzo.

– ¿Ve eso como docente?

-Sí, y creo que son víctimas de ello. Pensamos, ellos están estudiando y hay que facilitarles las cosas y que se dediquen solo al estudio.

-¿Qué más diferencias hay en estas nuevas generaciones? -La independencia que tienen de los demás. El otro día, por ejemplo, un alumno tuvo problemas con el ordenador para asistir a las clases en streaming y me preguntó si le podía escanear los problemas y enviárselo. Me llamó la atención porque siempre hay un compañero que te lo pasa. Es como si no te interaccionaran entre ellos. Y, por otra parte, les gusta estar pendientes de la tecnología siempre. Eso está bien, pero en exceso te hace perder lo que tienes alrededor.