Cuencarentena: Enmascarados

El cartel del portal lo dejaba bien claro: “URGENTISIMO: Se convoca a una reunión para el jueves a todos los vecinos (tanto inquilinos como los alquilados) en el patio de atrás de casa. La hora: A la que nos diga la mediquina. Gracias”. Con todo, Julia volvió a leerlo.  Se dio por aludida. Rebuscó en su bolso enorme un bolígrafo. Encontró uno verde t escribió en el mismo papel: “A mi me viene bien a las 10 de la mañana”. Se iba a poner a explicarles que llegaría de doblete porque esa noche tenía guardia en el Hospital pero le pareció excesivo. Cuando llegara de la guardia se ducharía rápidamente y bajaría al patio de atrás a ver qué era eso tan URGENTÍSIMO que querían debatir los vecinos. Seguro que en quince minutos estaba solucionado y podría irse a descansar. Sonrió. Era su primera reunión de vecinos en la barriada de la cuenca minera a la que había recalado tras ser destinada al Hospital Comarcal. Le hacía hasta ilusión.

Cuando llegó el jueves a las 10 de la mañana todo el mundo estaba listo salvo ella que, al final, tuvo una guardia apuradísima en el hospital y salió corriendo para casa que ni peinarse pudo. Se bajó del coche y caminó directa ya hasta el patio de atrás. Todos la esperaban. Joaco, su vecino de puerta en el ático, ataviado con una mascarilla verde militar con bandera de España bordada y la nariz fuera le señaló una silla a su lado.  Todos los asientos estaban milimétricamente separados. Julia ni preguntó. Sabía que era exactamente 2 metros. Petro, como presidenta in pectore de la comunidad de vecinos desde que feneciera su marido,  frenó en seco a Joaco:

-Joaco, no empieces a mandar. Que aquí, de momento, la autoridad soy yo. Y si acaso Flor la mi vecina como tesorera…¡Y ponte bien la mascarilla! -la mujer se levantó y señaló su silla presidencial- Ven para aquí prenda.

Antes de que la joven mediquina se sentara con cara de estupor, Petro roció el asiento de alcohol y lo frotó con garbo, tuvo que espantar con las manos hasta tres veces a su gata “Listeilor”.

-Ay fia, esta gata ye muy pesadina, cree que todo lo que hago en esti mundo ye pa ella.

Julia sonrió. Aunque nadie la vio porque la mascarilla le tapaba la cara. Miró al público que parecía impaciente. Todos colocados en sus sillas separadas y todos con mascarillas personalizadas. Miguel y Begoña azules de la bandera de Asturias, el padre de los gemelos la del Sporting, Flor y Petro de flores.

-¡Jo, qué guapos estáis todos! Y yo con estas mascarillas de hospital que son más feas…

-¿Empezamos ya? Que tengo ganas de ir al bar… -gritó desde el fondo Joaco. Petro lo fulminó con la mirada.

-Joaco, sigue así, sigue así que te cierro fronteras y no pisas el bar en otros tres meses.

El paisano bajó la cabeza.

La mujer encaró de nuevo a la médica.

-A mi desde que el Ministerio de Sanidad pasó el poder de la vuelta a la normalidad nueva a las Comunidades, no me da la vida… Julia. Nun me da la vida. Aquí cada uno hace lo que le da la gana, no me cumplen distancies de seguridad, nada… Toylloca.

Julia se acercó a la vecina.

-Pero Petro… ¿sabes que el poder lo tienen las Comunidades Autónomas, no las de Vecinos, verdad?

La vieja dio un manotazo al aire como si estuviera espantando a la gata.

-Bueno, bueno… Tu y yo lo sabemos, pero estos…. –señaló a los vecinos que ya se impacientaban- Estos no… Así que vamos a dejarlo así, para no romper el status quo.

-¡Petro! ¿El status quo? Anda que no eres tu nadie… –

-El status quo me lo enseñó  Francino.

Julia sonrió con tales ganas que ahora ya se le notó aún por detrás de la mascarilla. El resto del público comenzó a murmurar más alto.

-Venga, venga, que se nos ponen nerviosos. Tú siéntate ahí prenda en la mesa presidencial.  Y yo voy a ir dando el turno de palabra. Hay un máximo de tres preguntas por vecino y lo único que te pido es que no comas almendras antes de empezar no vaya a ser que te de un ataque de tos y nos pongamos todos nerviosos.

La joven abrió los ojos tanto como pudo.

-¿Pero qué es esto, Petro?

-Una rueda de prensa de expertos, Julia. ¿Qué va a ser?

-Pero bueno…

-A ver… si yo soy la autoridad competente, digamos, la Salvadora Illa de este bloque de viviendas. Tú eres mi Fernando Simón… y- la miró de arriba abajo- La verdad que con esos pelos… Te pareces bastante.