Cuencalendario: Enero, el carbón de Reyes

El Año Nuevo arrancó con una helada que tal parecía que había nevado en el barrio. Pero no. Era hielo del duro, del que se agarra al cristal del autobús de Pancracio y tan solo el casete de El Fary es capaz de rascar; del que quema la huerta de Maruja y la deja sin lechugas o del que impide a las güelas transitar la cuesta a la Iglesia por miedo a romperse la crisma de un resbalón. El frío de la calle solo era comparable al de las casas aquellas navidades en la que todos los guajes habían aprendido de cerca lo que era la muerte y la suerte, dos palabras a las que separa un mundo y que sin embargo solo difieren en una letra.

Y es que el último día de clase antes de vacaciones, coincidiendo con el Sorteo de la Lotería, un grave accidente de mina acabó con la vida de cuatro mineros, dos de ellos, eran padres de sus compañeros de clase Eloy y Magdalena. Los niños se enteraron de la tragedia cuando acabó el festival de Navidad del colegio. Antes de decírselo, y aguantando las lágrimas y la tristeza, sus madres los dejaron actuar en la obra de teatro que simulaba el nacimiento de Jesús y en la que Eloy y Magdalena hacían, respectivamente, de San José y Ángel de la Guarda. El frío que se instaló aquel 22 de diciembre sobre la barriada no se quitó ni en Nochebuena, cuando en el Pozu decidieron hacer huelga indefinida para obligar a la empresa a mejorar las condiciones de seguridad, ni el día de los Santos Inocentes cuando los paros se trasladaron también al resto de pozos de la cuenca, ni siquiera en Nochevieja, justo el día en el que Pablo y María se sentaron a escribir la carta a los Reyes Magos que con tanto jaleo ni cuenta se habían dado.

“Querido Melchor….”, arrancaba la de María.

“Querido Baltasar…”, arrancaba la de Pablo.

Elvira los vió:

-¿Qué hacéis?

-Yo voy a pedir una bicicleta, mamá… No pudimos escribir la carta y mira, solo quedan seis días para la cabalgata.

Y la mujer se tocó la frente como suelen hacerlo las madres cuando están preocupadas.

-Os tengo que decir una cosa… Este año quizás…, es posible que… Bueno… Que a lo mejor no vienen los Reyes Magos. En realidad no van a venir. Si los Reyes no pueden coger carbón, porque los mineros están en huelga, tampoco pueden repartir regalos. Sería injusto para los que se portan bien. Así que este año no habrá regalos, porque como no hay carbón.

Pablo y María hubieran querido llorar de pura pena ahí mismo, al enterarse de la tragedia, pero se quedaron más helados que el cristal del bus de Pancracio, las lechugas de Maruja y la cuesta de la Iglesia juntas.  ¿Sin regalos porque no había carbón? ¿Pero cómo podía ser esto así si ellos llevaban, por lo menos, desde agosto, portándose de una manera impecable para que ninguno de los de Oriente pudiera ponerles ni media pega? Eso tenía que tener una solución ya.

-¡Lo tengo! -dijo María de repente. Y le explicó a su amigo el plan. Cogerían los monos y los cascos que Cisco, el güelu de Pablo, guardaba en el gallineru e irían por la tarde al Pozu. La mina estaba cerrada por la huelga, y una barricada de fuego perpetuo impedía a nadie entrar a la mina, pero ellos sabían cómo colarse por la verja. Entrarían a escondidas y caminarían entre las vagonetas hasta llegar a las tolvas donde había quedado parado el carbón, cargarían dos cubos de carbón cada uno y los llevarían a…

-¿A dónde? -preguntó Pablo con los ojos muy abiertos.

María no titubeó.

-Está claro. A la Iglesia. Seguro que el cura sabe cómo hacérselo llegar a los Reyes Magos. Pero yo quiero la bici.

Todo el plan salió a la perfección, al menos la primera parte. Fue fácil cogerle la ropa y los cascos a Cisco, fue fácil llegar al pozu, sortear la barricada y saltar la valla. Pero una vez allí, María frenó en seco.

-No podemos hacerlo… -dijo

Y Pablo la miró

-Pero, ¿Y la bici?

-Prefiero no tener bici que ser una esquirola. -sentenció la guaja con seriedad. Y su amigo no necesitó más explicaciones. Bajó la mirada y se dio la vuelta. Ya de vuelta le pasó su brazo por encima del hombro -Seamos sinceros, María, tampoco díbemos a poder pañar carbón suficiente con estos dos calderos pa tolos malos que hay en el mundo…