“La idea de Intervalo es y será la integración de la gente. Siempre nos ha dado mucha pena que el ser humano vaya contra el ser humano”
María Luis Fernández Dorado, más conocida como Cuqui, fue la compañera de vida de Benjamín Braga y su mano derecha al frente de la Asociación Intervalo. Ahora, tras el fallecimiento de su marido, toma el cargo como presidenta del colectivo proinmigración.
Es una obligación preguntarle qué huella ha dejado Benjamín Braga (expresidente de la Asociación Intervalo y su marido).
La huella de Benjamín es y está en todo. Benjamín sale en todos los sitios y nos dejó un poco solos. Ahora tenemos nuevos retos y yo seguiré su camino.
¿Cómo fue el arranque de Intervalo?
Hace unos 25 o 27 años, Benjamín era el presidente de la Asociación de Las Tejeras, donde vivíamos y ahora vivo yo, y sentimos la necesidad de cambiar de acción social. No sabíamos el qué ni el dónde, pero a través de una monja de Sama, María José, que estaba en Cáritas, empezamos a trabajar con ella y surgió la idea de la asociación.
¿Por qué el nombre de Intervalo?
Intervalo, en música, es el silencio entre dos notas. En nuestro caso, Intervalo es un silencio entre dos mundos.
Hablando de dos mundos, usted vive y “es” de Las Tejeras, pero nació en la Guinea española. ¿Cuál es su historia?
Mi padre Benjamín era langreano, pero cuando tenía 18 años quiso marchar a buscar aventura. Primero llegó a Barcelona y allí embarcó en un barco de polizón. Llegó a Guinea y estuvo allí hasta que cumplió 31 años. Iba y venía a Asturias y en una venida conoció a mi madre María Teresa y se casaron por poderes. Tuvieron 4 hijos, dos en África, uno de ellos yo; y dos en Asturias. Volvimos cuando yo tenía 3 años.
¿Es posible que ese vínculo con el continente africano tenga algo que ver con su forma de pensar sobre la inmigración?
Sí, es posible que nacer fuera de Asturias generara en mí una inquietud especial.
¿Cuándo nace Intervalo en qué sede se asientan?
Primero, cuando nos juntamos un grupo de amigos y empezamos a trabajar, nos instalamos en la sede de Cáritas de La Felguera, en la calle Francisco Ferrer. Compartíamos local y allí empezaron proyectos como “Tertulias con color de mujer”. Tras unas discrepancias estuvimos sin local 4 meses y gracias a la exalcaldesa Esther conseguimos un local donde la iglesia de Sama. Está lleno de regalos y banderas de todo el mundo. Nos reunimos algunos miércoles a tomar el té y charlar.
¿Cuál fue el primero colectivo de inmigrantes con el que colaborasteis?
El primero fue con ecuatorianos, que habían llegado desde Quito cargados de carros y maletas, vendiendo sus tradicionales jerséis de colores. Eran gente indígena y aprendimos mucho de ellos, de la cultura azteca y de todos los sacrificios que hacían. Recuerdo que pusieron un puesto en la plaza. Nosotros les ayudamos, pero ellos lo gestionaron y al cabo del tiempo se regularizaron. Al principio fueron situaciones complicadas. Íbamos a su casa, para ver cómo vivían y ayudarles con los niños cuando nacían. Ahora ha cambiado porque tienen Seguridad Social y la Educación es obligatoria.
Después se fue sumando mucha más gente…
Sí, después llevó el colectivo polaco. Primero vinieron los hombres a trabajar a la mina y luego vinieron las mujeres. Aquí tuvieron a sus hijos y la mayoría ya están aquí asentados, porque forman parte de la Comunidad Europea. Otro colectivo es el senegalés, que es un grupo muy especial, siempre con la sonrisa en la boca. Recuerdo una anécdota de Benjamín, que era que cuando iba con ellos a algún sitio por la calle, ellos iban detrás de él, por la sumisión. Ellos decían: “usted es el jefe”.
¿Tiene contacto con el grupo de inmigrantes del Centro de refugiados de Sotrondio?
Sí, estoy en contacto con ellos. Se van adaptando. Hay que cuidarlos y formarlos. Están bien cuidados, aunque es un tema preocupante y me conmueve ver a tanta gente venir.
Otro colectivo que ha crecido mucho durante los últimos años es el marroquí.
Sí y tenemos que “luchar” mucho con ellos y ellas; en primer lugar, por la lengua. Muchos quieren trabajar, pero no dominan nuestro idioma. Ahora es mucha gente saharaui. La mujer trae chilaba y pañuelo; las saharauis no lo quitan para nada. Tienen muchos problemas para alquilar viviendas. En la actualidad también ha crecido el colectivo ucraniano y el de Latinoamérica: Hay muchas personas de Argentina, Cuba, Nicaragua, Santo Domingo, República Dominicana y Venezuela, Cuba. Argentina.
¿Cuál es la consulta más solicitada en la asociación?
Ahora mismo es el asilo político. Es muy difícil. Más de un año si te lo conceden, aunque mientras dura el trámite tienes un aval.
¿Cómo se le habla a la gente de Inmigración?
Nosotros primero sabíamos lo que era, pero no cómo podíamos trabajar. Mucha gente no sabe qué significa. La emigración son ciclos, como cuando marchaban nuestros padres. Ahora es una época de ir y venir. Yo invito a la gente a que mire a los ojos a la gente que viene de fuera. No están aquí porque quieren. Se juegan la vida en pateras y es difícil disuadirlos porque vienen buscando otra vida.
¿Se consideran una asociación arreligiosa y apolítica? Aunque intuyo que tendrá su opinión sobre cómo se hacen o no se hacen algunas cosas.
El teléfono de Oviedo de Inmigración debe estar estropeado, porque ni yendo en persona te atienden. Creo que deberían meter a gente más profesional, más detallista. Benjamín nunca fue de premios, pero cuando nos otorgaron el Marino Gutiérrez, en el que siempre hay personalidades, disfrutó porque pudo dar un discurso que dejó huella.
¿Cuál es la esencia de Intervalo?
La idea de Intervalo es y será la integración de la gente. Siempre nos ha dado mucha pena que el ser humano vaya contra el ser humano.
¿Cuáles son los proyectos más cercanos?
Noviembre por la integración, que este año aúna Literatura e inmigración. Se celebrará durante los 4 miércoles de mes. Ya hay algunas actividades como una película propuesta por Sala Oscura y un libro. También 4 escritores que hablen en sus libros de inmigración; y un encuentro con tercera edad para leer un libro y hacer un coloquio. También está en mente retomar “Amestando cultures”, aunque necesitamos una carpa muy grande, para colocar los stands de los distintos países. Y también tengo en mente organizar una nueva edición de “Una sonrisa por la exclusión”, que es una exposición de fotografías que hicimos hace mucho tiempo. Los críos de aquellas fotos tienen ahora 20 años.