Atlas de Geografía Minera: Turismo y preocupaciones
Maruja había escuchado hablar francés en la tele y una vez que llamó por teléfono a la su cuñada a Bélgica y una señora (más bien una máquina) le respondió: “chuchuflú, chuchuflú” (así lo imitaba ella). Así que cuando llegaron aquellos chavales a la barriada a principios de agosto y los escuchó hablar, ella se hizo la interesante y apuntó: “Son franceses, lo sé porque yo hablo francés”.
– ¡Qué vas a hablar tu francés, Marujina, vida! -señaló Elena la vecina.
– Pues “güí” … -respondió ella haciéndose la interesante.
– Sería bueno dejar de discutir y averiguar qué faen dos franceses en casa de Pili y Roberto, que son de Infiestu. -interrumpió Belarmino que era el más interesado en averiguar qué era lo que estaba pasando ahí y por qué de repente el piso de Pili y Roberto parecía la Casa de tócame Roque.
El misterio tampoco llegó mucho más lejos, todo fue tan fácil como llamar a Pili que ahora vivía en Los Alcázares y estaba tan morena que parecía una de esas mujeres de la jet set marbellí que lucen buen color siempre: “Pa mi exageráu, también te digo”, había apostillado Maruja que tras colgar el teléfono con su ex-vecina ahora residente en Murcia volvió a la conversación con el resto del edificio (los que quedaban) con cara compungida y apuntó:
– Ya sabía yo que iba a pasar esto…
– ¿Qué pasa, Marujina, no me asustes?
– Pues que Pili y Roberto pusieron aquí en su casa un “erbimbí”.
– ¿Er bimbi? -el rostro de Elena aún era de mayor preocupación.
-Sí, bueno, vamos, eso me dijo ella “er bim bí” pero que al parecer ye que montaron aquí una pensión, la alquilan por internete y ahora, gente rara todo el día… ¡Ay señor! Con lo que estoy yo de los nervios… A ver si se ponen a hacer balconing y me joden el tendal.
Maruja siguió debatiendo durante un rato ya casi ella sola. Que ya lo había visto en la tele, que estaba pasando en Ibiza, en Tenerife y en Madrid y que “lo que nos faltaba” ahora también en la barriada, que se estaba llenando de turistas… Mientras la vieja dramatizaba, los inquilinos agosteños del piso de Pili y Roberto abandonaban el barrio arrastrando las maletas con una sonrisa de oreja a oreja.
– ”orvuar”… -sonrieron ambos al pasar a su lado.
– ¿Or qué ho? ¿Qué dijo Marujina, que como hablas francés seguro que lo sabes…? -preguntó Belarmino con el único afán de reírse de su vecina.
– Fiu, dijo “adiós”, a ver si espabilamos un poco… -respondió ella dándole un corte que ni Anabel la carnicera,
En la carnicería fue donde, precisamente, al día siguiente se volvió a sacar el tema de conversación de los franceses.
– A ver, Anabel, prenda, saca esi móvil tuyu que tienes y busca “erbimbí”.
– ¿Er bim bí? Ay madre, nun sé de qué me hables.
Belarmino se lo resumió, lo de los franceses, lo de Pili y Roberto, la fluidez de idiomas de Maruja que después de vieya, gaitera…
– ¡Ah! Vale, que se han abierto un Airbnb… -rió a carcajadas.
-Bueno, pues eso, er bim bí, lo que me dijeron los de Murcia. Pero cuenta, cuenta… ¿Eso ye que lo alquilan no? ¿Y por cuánto?
La carnicera se limpió las manos y buscó en su movil. Mientras tecleaba media barriada miraba pa ella.
– ¡Hosti tú! -gritó al rato.
– ¿Qué pasó? ¡No me asustes! –
– 75 euros la noche…
– ¿Cómo fue ho? ¿75 euros la noche ye lo que le paguen a Pili y Roberto por quedase en el pisu de la barriada? ¿1.500 euros por veinte días, ho?
– Eso parez… -apuntó la carnicera que continuó leyendo el anuncio en voz alta: “Piso coqueto en barriada a 20 minutos de la playa y 15 de la montaña. Tranquilo, con cocina americana y amplias zonas verdes”.
– ¿A 20 minutos de la playa? ¡Será de la de la Chalana! -rió Belarmino.
– ¿A 15 minutos de la montaña? ¿Cómo a 15 minutos? ¡Será a 15 metros o que ye que el Picu les Tetes no cuenta como montaña! -dijo Elena.
Todos se rieron.
Todos menos Anabel la carnicera que miraba preocupada para la pantalla de móvil.
– ¿Qué te pasa mio nena? -preguntó Marujina por lo bajo entre las risas del resto.
-Que como cunda el ejemplo, a ver quién me va a alquilar a mí un pisín por 300 euros al mes.