La “peineta”
A veces asistimos en televisión a debates en los que los intervinientes se refieren a cuestiones sobre normas que juzgan el comportamiento humano. En esos casos, mientras de una parte se sostiene la superioridad moral de la izquierda, quienes están en contra aprovechan para disentir con frases en las que con mucha frecuencia se mezcla la ironía con la burla. En cierta ocasión tuve que pronunciarme sobre el tema y lo hice de un modo categórico, pues, entre otras cosas, maticé, la apuesta por lo público, ese sentimiento colectivo que es patrimonio de la izquierda y que tanto enfada a quienes no quieren perder sus privilegios, no deja ninguna duda al respecto.
Viene este preámbulo a colación de lo sucedido días pasados en el pleno del Ayuntamiento de Siero, donde a una concejala del PP le “salió del alma” (expresión literal suya) hacer una “peineta” al alcalde, que estaba en el uso de la palabra. Y no solo le “salió del alma”, como dijo, sino que, además, admitió que “estuvo mal”, pero se quedó “a gusto”. Lo que refuerza una vez más la sospecha de que la parte más importante de algunas personas se encuentra en el estómago.
Nada extraño que una representante de un partido arcaico (baste para definirlo así su apoyo al franquismo) se comporte de este modo. Entrar en la piel de la democracia y saborearla en toda su dimensión exige, sobre todo, respeto, y también dejar a un lado costumbres ancestrales y poco recomendables en estos tiempos: el emperador Calígula tenía predilección por este gesto como modo de humillar a sus súbditos. Disentir es un verbo transitivo y también un arte que, por lo visto, no está al alcance de cualquiera. Por eso mejor usar la “peineta” que, a fin de cuentas, solo exige estirar un poco los dedos.