Falsificar la historia
Admitamos que el ejercicio de la política, en su versión partidista, no es una tarea fácil, precisamente, y, por tanto, que resulta comprensible que cada cual intente arrimar el ascua a su sardina (por usar un tópico al uso). Dicho esto, siempre hay algunas reglas que resulta obligatorio cumplir. Y al igual que no sirve cualquier atajo como pretexto para llegar antes a la meta (el fin no justifica los medios, por mucho que algunas personas gusten de reiterar ese mensaje), no es válido, ni mucho menos, que el PP —vestido de ajustado centrista o de moderado centrocampista, según las ocasiones—se esfuerce en falsificar los billetes donde están representados los distintos episodios históricos.
Dispuesto a sumarse a los que no tienen ningún rubor en adulterar la realidad, Pablo Casado se empeña últimamente, y con enorme energía, en profundizar en esa visión revisionista de la dictadura y la guerra civil, a pesar de que entre los historiadores no haya ni un ápice de duda de que la guerra civil fue provocada por el golpe de Estado de Franco contra el legítimo gobierno de la República. Sus palabras son contundentes al respecto: “La Guerra Civil fue el enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían la ley sin democracia”.
Que sus palabras sean consecuencia de un intento de equipararse a VOX, para restarle fuerzas, o de su talante reaccionario (en otras ocasiones ya dio buena cuenta de ello) es lo de menos. A buen seguro que hay una mezcla de ambos; mas, en todo caso, revela una perfecta radiografía del líder del PP, una lumbrera a la que habría que concederle de inmediato un doctorado “honoris causa” para que lo agregue a su eximia biografía.
Cuando la ambición por llegar al poder se junta con la más diáfana estulticia, quedaría poco por decir. Si acaso, como remacharía un castizo, “que Dios nos pille confesados”. Por si acaso.
Javier García Cellino