Cuencalendario: Payares, a la gueta

María no lo confesaría nunca pero cada vez que Pablo le decía “Vamos a la gueta”, le entraba la risa floja porque le daba la sensación de que iban a ir a apañar Guardias Civiles. La culpa la tenía una canción que cantaba el su vecín de arriba, Quilino, que era de Nuberu y decía: “Calza Xulián los zapatos/ y baxa a la población/ a la gueta de tricornios que vaiguen per Colasón”. Ella sabía que no, que los agentes de la Benemérita no era lo que recogíen cuando iben a la gueta les castañesque se refería Pablo, pero no podía evitar pensar que en el bosque al que dibentoparíen tricornios a mansalva. Y eso dabai la risa.

-¿De qué te ríes? –le decía Pablo en el bus camín de la finca de Blimea donde su güelu había apañao, de guaje, “les mejores castañes del mundo y unes de les mejorescastañes de Asturies” y a la que tenían que ir obligados porque que Cisco había insistido.

–Dime de qué te ríes, né… -insistía también Pablo.

-De ná, de ná… -respondía María. Pero reíasepa dentro. Nun podía evitalo.

Total que la finca de Blimea donde había “les mejores castañes del mundo y unes de les mejores de la cuenca minera” era su destino final en aquella tarde de aquel mes de noviembre en que a los guajes que diben a facer la comunión en la siguiente primavera se yos encargó la organización del amagüestu y, por lo tanto, la recogida de les castañes previa a la pitanza.

En Blimea, Cisco se lo había asegurado, en solo una tarde, Pablo y María podrían recoger decenas de quilos del preciado manjar. Tantes que tendría que dir él a buscalos. Y lo iba a hacer. Ellos, llevaben una mochila cada unu, un de bolsesde eses de plásticu y, por si acasu, un cestu. “Llevai también sacos, nun vais dar a bastu. Nun van caber en casa. Ya veréis…”

Bueno, ellos con todo lo que llevabenparecioyos suficiente, en realidad les castañesnun había que llevales a casa, sino al hogar de la Parroquia donde quedarí en custodiades por Don Marcelino. El cura, por supuesto, haría una cata pormenorizada de las mismas con el fin de averiguar si los ejemplares de castaña se encontraban en perfectas condiciones de cara al amagüestu que se realizaría la semana después de Difuntos “dios mediante”. Pablo y María, como responsables de la intendencia no queríen fallar. Su obligación yera cargar mochiles, bolses y sacos hasta reventar de castañes. Pero dos hores después, todo lo apañao cabía en un pañuelu tiráu en suelu y ellos, de rodilles, desolaos, solo podíen reconocer su derrota. Naturaleza 1-Guajes 0.

La gueta frustrada de aquel payares había consistido en encontrar: Dos ablanes, una nuez podre, dos calorinos de aceite, un azuleju rotu (pero muy guapu), el tacu de una madreña, les chapes de cuatro botes de cocacola (con las que María tenía pensado hacer una pulsera), el brazu de una Nancy (patinadora, según Pablo) y una ficha de dominó de un blanco doble…

La imagen era bastante devastadora a ojos de los dos guajes y ya no digo nada cuando en la cuesta sonó el coche de Cisco que, tal y como había prometido, se pasó a buscarlos cuando acabó en el cementerio de acicalar los nichos de la familia.  En la portilla de la finca, hecha, claro está, por un somier, aparcó el paisano el coche y abrió el maleteru. Caminó hacia ellos.

-¿Dónde ta la cosecha, guajes?

 Pablo suspiró y señaló al suelu.

Cisco miró penriba les gafes.

-Cagonmimadre, guajes, ¿qué ye esto?  Pero si nun hay ni una castaña…

-Ni tricornios… -suspiró María.

-¿Qué? –preguntó el paisano.

-Ná, ná…