Son mineros

El silencio es el mejor compañero de esos héroes negros que componen la Brigada de Salvamento Minero de Hunosa. Un silencio respetuoso con la vida. La brigada es uno de los principales emblemas de nuestra memoria colectiva, la de las comarcas mineras. Imposible entender la historia de la minería sin ellos. Ya ha llovido mucho desde que el 26 de agosto de 1912, la Brigada realizó su primer rescate en el Pozu María Luisa de Langreo, enfrentándose a los efectos de una explosión de grisú, afortunadamente, sin víctimas. Un siglo después, nos siguen haciendo mucha falta. Y ahora toda una nación lo comprende, ahora son también sus héroes. Precisamente cuando han firmado el fin de su creación, el fin de la minería, se les reconoce. Sin minas será complicado mantener a esos ángeles negros, que curiosamente se ha puesto de manifiesto lo necesarios que son.

Cada día entrenan con la esperanza de que no tengan que poner en práctica sus habilidades. Conscientes de que cuando suena el teléfono y tienen que acudir a una urgencia, irán. Acuden para salvar vidas, esa ha sido siempre su misión, nuestro orgullo. Son 107 años de historia, la Brigada de Salvamento Minero es uno de los emblemas de la Asturias desinteresada y solidaria, con reconocimientos y distinciones internacionales. Se trata de un cuerpo especializado con la certificación mundial USAR (sistema Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres), lo que les ha llevado a participar en operativos de diversa índole a nivel internacional: terremotos, incendios, montaña, accidentes en túneles.

Las paredes de la sede de la Brigada lo demuestran, con diplomas, placas, escudos… que dan fe de la excelsa colaboración del cuerpo minero asturiano por todo el mundo, fundamentalmente Europa y América. Y curiosamente, cuanto más mengua el peso del sector minero en nuestro país, su conocimiento, labor y destreza a pie de campo más es apreciado por otros colectivos y sociedades. El ejemplo más reciente ha sido sin duda el descubrimiento para el mundo de ocho mineros que acudieron a un pueblo de Málaga como el último impulso para un milagro que no pudo ser. El pequeño Julen se había caído a las entrañabas de la tierra. El mundo descubrió que la única manera de recuperar al pequeño era a través de la Brigada de Salvamento Minero de Hunosa. Ellos fueron durante días la ilusión de un pueblo. Ellos centrados en su trabajo, ese para el que se preparan cada día con la idea de no tener que ponerlo en práctica. En Totalán demostraron su destreza aunque no pudieron brindarnos el milagro que esperábamos.

Unos mineros que son el reflejo de la muerte que durante años rodea el trabajo de los mineros. La mina de finales del XIX y principios del XX era cada jornada de sangre, con decenas de accidentes o fallecimientos. Viudas y huérfanos eran un reflejo de la alta siniestralidad. Los propios compañeros sacaban a sus muertos. Cada explotación actuaba por su cuenta, con escasos medios, y sin cuadrillas especializadas. Las autoridades mineras terminaron por aceptar la necesidad de equipar con medios a cuadrillas de obreros para socorrer a sus compañeros.

Una mujer en 1897, la reina María Cristina, aprueba el Reglamento de Policía Minera. El Capítulo III, sobre Remedios para los accidentes, se anotaba: “Los explotadores están obligados a dotar a sus concesiones de medicamentos y medios para auxiliar pronto a los heridos, a  tener constantemente personal adiestrado en el uso de los aparatos de salvamento y a comprobar periódicamente el buen estado de los aparatos. Cada mina o grupo deberá contar con servicio sanitario y un médico, por lo menos, que tenga su residencia dentro de un radio de 10 kms., y tener una habitación convenientemente acondicionada para atender a la curación de los heridos, cuando su estado no consienta su traslación a otro punto”. El 1902 se obligó a las empresas a disponer de equipos de respiración artificial y personal adiestrado. Y en 1910, el rey D. Alfonso XIII aprueba el Reglamento provisional de la Policía Minera, con un artículo específico al Salvamento Minero.

En Asturias, Duro Felguera crea un servicio propio de rescate, que serviría de apoyo en caso de que las brigadillas asignadas en cada una de sus minas requiriesen apoyo extra. El resto de empresas mineras unifican sus mínimas brigadas. En 1911 Carbones de la Nueva, Coto Musel, Minas de Langreo y Siero, Elorduy y Díaz Caneja, se suman a Duro Felguera en materia de salvamento. El 1 de enero de 1912 cuando se realiza la primera sesión de prácticas con un equipo formado por un Facultativo y cinco mineros de 1ª. La Dirección corre a cargo de D. Manuel Sancho, Ingeniero de Minas y Director Técnico de Duro Felguera. La primera Estación Central de Salvamento será el Hospital de Duro Felguera, hoy Sanatorio Adaro de Sama de Langreo. Disponía de 5 equipos de protección respiratoria de 2 horas de autonomía, 3 pulmotores, 3 inhaladores, 2 camillas con inhalador y un equipo de protección respiratoria de manguera y fuelle.

El 20 de Mayo de 1914, la Brigada realiza su primera misión complicada, con el rescate de mineros en el Pozu María Luisa, donde una explosión de grisú causó la muerte a 4 obreros y dejó gravemente herido a otro.Desde entonces la Brigada, ha realizado cientos y cientos de intervenciones. Los brigadistas se dividen en dos retenes de 10 efectivos cada uno, de manera que cada retén alterna un mes en la Brigada y otro en la mina (tiempo durante el cual los brigadistas desarrollan las tareas propias de sus categorías laborales en sus respectivos centros de trabajo).

2019 no augura un futuro longevo para la Brigada de Salvamento Minero con una sola explotación minera en funcionamiento, el pozo Nicolasa de Mieres. A pesar de ello la esperanza llega a las cuencas mineras, el mundo ha descubierto nuestra brigada y es consciente de su importancia. Nosotros llevamos más de 107 años creyendo en ellos.