Atlas de Geografía Minera: El Nalón ya no baja negro

Texto: Aitana Castaño. Dibujo: Alfonso Zapico

Muchos de los que viven en la cuenca, los más jóvenes, ya no se acuerdan, pero hubo un tiempo en que el río Nalón bajaba negro. Tan negro que no se veían ni las piedras que desde hace siglos han ido moldeándose a lo largo de su cauce. Tan negro que pensar en bañarse en sus aguas era poco más que un suicidio. De verdad…

Eso ya no ocurre. Porque si algo bueno tuvo el fin del carbón (que de lo malo -pérdida de puestos de trabajo, pérdida de población…- ya hablamos mucho) fue la mejora medioambiental de la tierra, el agua y el cielo que nos rodea.

Así, aunque no recuerdo exactamente cuándo fue el día, ni siquiera el año, en el que comenzamos a ver clarear esas aguas y con ellas también nuestros pulmones, sí tengo memoria exacta del día en que mi tío llegó a casa y dijo: “Acabo de ver en el río una garza real”. Una frase que puede parecer una tontería en cualquier sitio con una vegetación y unas riberas tan preciosas como las nuestras, pero aquí, donde el río bajaba negro, no lo era. Porque la garza real, ese pájaro de cuello blanco y alas grises claras y negras estaba, nada más y nada menos, que en el río Nalón donde hacía lo menos un siglo que ningún pájaro había considerado oportuno pararse. ¿Para qué? Si todo ese agua negro no guardaba dentro ni media pista de vida que le permitiera a las aves encontrar un poco de “comida” que llevarse al pico. No, en el tramo del río Nalón de Laviana para abajo no era un lugar donde acuáticamente vivir con dignidad y mucho menos donde bañarse, aunque siempre había algún aventurado que se tiraba al agua después de alguna jira, con la boca muy cerrada porque tragar aquel líquido, más carbón y mierda que otra cosa, no era buen asunto. La culpa la tenía en parte en carbón mencionado que se lavaba en lavaderos como el de Carrocera, pero también el hecho de que aquí en los años 50 vinieron a vivir miles de personas en pueblos y barriadas que no tuvieron hasta hace relativamente poco un saneamiento en condiciones, es decir, todo el agua de las casas (y lo que no era agua) acababa en el Nalón. Bañarse en sus aguas era, repetimos, casi un suicidio.

Y si ver una garza real en el Nalón fue en su día casi un milagro, imaginaos lo que significa para los que tenemos cierta edad pasar por la vera del río y encontrarse a un grupo de guajes bañándose con tranquilidad en sus aguas. Cómo será de impactante la imagen para más de dos y tres generaciones de personas que habitamos esta cuenca que hasta nos lo contamos en plan primicia: “¿No sabes que el otru día iba por el paseo y en Sotrondio taben unos chavales en el río con flotadores y todo?”, me mandó un mensaje mi amiga Bárbara. Y yo le respondí entre sorprendida, admirada y, por qué no decirlo, envidiosa: “Pues en Sama por donde el instituto hay un pozu y los días de mucho calor también hay un grupo de guajes allí bañándose”.

De verdad, los neños que se lanzan a los pozos del Nalón para calmar su calor o quién sabe si también sus hormonas, no lo saben, pero para el resto (los de cierta edad) eso de bañarse en el río nos parece poco más que un sueño, un milagro. ¡Y tan guapo!

PD: “El río bajaba negro” es una serie de fotos de la fotógrada Lys Arango sobre el fin de la minería que ganó el premio “Pictures Of the Year 2023” en la categoría “Visión medioambiental”.