¡Viajeras al tren!
Seamos sinceras. Si la ultraderecha gobierna España no van a bajarse los sueldos, no van a quitar puestos de asesores, no van a quitar, de hecho, nada de lo que dicen detestar de la clase política. Es más, seguramente lo reforzarán. Todo lo que critican los partidos conservadores en España de los políticos, lo hacen para que la gente los apoye y porque en realidad la Democracia se la trae al pairo, ellos son más de libre mercado (ojo, porque este “libre” es el único que les gusta). Dejarán de parecerles mal en cuantito que lleguen al gobierno los sueldos y los puestos. Es más, seguramente se suban los primeros (así ocurrió el año pasado en 25 ayuntamientos que tras el 28 de mayo gobiernan el PP y VOX) y aumenten los segundos (así ocurrió en Castilla y León con el gobierno del PP y VOX que pasó de 93 altos cargos a 99, con un gasto de 6,8 millones en salarios).
Sí van a cambiar otras cosas cuando la ultraderecha gane. Otras cosas que no les apelan tanto a ellos y a sus bolsillos como a las vidas de los demás, y cuando digo “de los demás” quiero decir nosotros, la clase trabajadora y precarizada de este país.
Llegará la ultraderecha al poder (lo raro es que no lo hayan hecho ya porque llevan años utilizando todas las herramientas en su mano para hacerlo) y lo que empezaremos a ver recortados serán nuestros derechos sociales.
De repente en los colegios se dejará de hablar de sexualidad. “¿Cómo se va a explicar a los chavales que el sexo tiene que ser seguro y consentido? ¿Qué clase de locura es esta? No, no, no, el sexo tiene que ser tabú, en tu casa y los trapos sucios también dentro de casa, nada de contar que tu marido te ha forzado, porque en el sacramento del santo matrimonio lo que tienes que hacer es callarte la boca”.
Y también tendremos que quitarnos de encima este rollo de apoyo a todo lo queer y todas las luchas LGTBIQ+. “Porque los maricones y las lesbianas, sinceramente, que lo que hagan en sus casas a mí no me importa, pero eso de andar casándose, besándose y queriéndose por la calle ¿Qué clase de locura es esa? Bueno, por no hablar de lo trans…, claro”.
De lo que sí volveremos a hablar será del aborto. “A ver, si Dios (con mayúscula) ha decidido que tú, mujer, te quedes preñada. ¿Quién coño -nunca mejor dicho- te crees tú para ir en contra de los designios divinos? Y sí, es cierto que el aborto existe desde que el mundo es mundo y que lo bueno de las actuales leyes es que las mujeres pueden abortar y decidir sobre si quieren ser madres y en qué condiciones de manera segura, sin morirse en el intento… Pero chica, ¡que es Dios es que ha decidido que tengas un hijo! ¡DI-OS!”
Cuando todo esto ocurra, la esperanza que nos quedará será que vengan a nuestro rescate las feministas (femenino plural inclusivo). Ellas son las que saben que el derecho de las mujeres a tener una sexualidad segura y libre, a tener o no una maternidad segura y libre no se regala, se conquista. Y como ocurrió con El Tren de la Libertad hace ahora 10 años sus gritos, sus protestas y la razón nos mantendrá a salvo (esto es un deseo, la verdad). Hace una década, aunque como parece que ha pasado un siglo vamos a refrescar el recuerdo, un ministro ultracatólico, Alberto Ruiz Gallardón, quiso cambiar la ley del aborto y llevarnos de vuelta a los confesionarios. Esos lugares donde por lo general a la mujer se le dice: “Aguanta, hija, aguanta”. Este señor ultrafacha no se imaginó ni por un instante que a sus intenciones fascistas se las iba a llevar por delante un tren comandado por muyeres de Xixón y Barredos. Pero es lo que pasa cuando quieres meter un rosario en las mentes y los ovarios de la mitad de la población. Elles, les muyeres del tren de la libertad son, en este mes de marzo y siempre, la lección aprendida de que, como nos despistemos, estará prohibido amar seguras y libres.
¡Viva el tren de la libertad!